B.D.-Nr. 6952
Cada ser humano tiene la oportunidad de alcanzar la perfección durante su vida terrenal. Por lo tanto, también asume la responsabilidad ante Dios de cómo utiliza su tiempo en la Tierra. No puede “pecar impunemente”.... es decir, hay consecuencias si no lleva una vida recta, si la lleva de tal manera que no le llegue ninguna bendición para el alma. Y él mismo tiene que llevar las consecuencias, que puede percibir como “castigo”, pero que no es más que el efecto de su estilo de vida equivocado.
Por lo tanto, él es el único responsable de su supuesto estado de castigo; lo creó por su propia voluntad, pues igualmente podría haber llevado una vida correcta, ya que tuvo la oportunidad de hacerlo. Pero muy raras veces los seres humano consideran su antigua responsabilidad ante Dios, Quien no puede juzgarlos de otra manera a la que dicta la vida terrenal. Ellos no piensan al respecto porque no creen, porque no quieren creer que han de cumplir un propósito durante su vida terrenal.
La irresponsabilidad de los seres humanos aumenta cada vez más a medida que disminuye su fe. Olvidan el verdadero propósito de la existencia terrenal y tampoco se piensa en el tiempo después de la muerte del cuerpo, porque les falta cualquier fe al respecto. Por lo tanto, el horror será grande cuando el alma tome conciencia de su propia existencia, pero también de su miserable estado, y se dará cuenta de que ella misma es responsable de este estado....
Sin embargo, en la Tierra, a los seres humanos so se le puede exhortar a vivir su estilo de vida con responsabilidad; solo se les puede presentar el poder judicial de Dios, pero no se les puede obligar a creer en esto a través de pruebas. Y los seres humanos también creen que basta con cumplir con sus deberes y no cometer ninguna falta evidente.... y una vida así no es el propósito de su existencia terrenal.
La gracia de la encarnación como ser humano tiene que ser evaluada, pues es un don para el ser humano que se ha deformado a sí mismo y que está destinado a recuperar su antigua perfección. Es un don, porque el ser se apartó de Dios por voluntad propia, rechazando así su divina fuerza de amor. Pero Dios le ofrece de nuevo su fuerza de amor, y lo hace en el camino terrenal que el alma emprende como ser humano. Y el ser humano debería prestar atención a este extraordinario don de gracia; no debería tomárselo a la ligera, sino aceptar lo que el amor de Dios le ofrece. Y, por lo tanto, cada ser humano tiene que responder a Dios por cómo ha evaluado este don de gracia.
Tiene que hacer todo lo posible para hacerse digno del amor de Dios; tiene que aceptar con gratitud lo que se le ofrece para recuperar su antigua altura. Pero no debe pasar por la vida terrenal de forma irresponsable, pues esta gracia se le concede sólo una vez. Y aunque Dios no deje que se pierda, nunca podrá compensar lo que descuido en la vida terrenal por su propia culpa. Y su arrepentimiento será grande cuando se dé cuenta en el más allá del don de gracia que dejó sin usar en la Tierra....
amén