B.D.-Nr. 6784

El amor inconmensurable de Dios.... Obra de Redención....

Nada puede mostraros el amor de Dios tan claramente como la Obra redentora de Jesucristo, la muerte en la cruz bajo un tormento inconmensurable, sufrida por causa de la humanidad pecadora por un hombre sin pecado y puro.... En este hombre, Dios se ocultó a Sí Mismo, porque por amor a Sus desdichadas criaturas, quiso ofrecer un sacrificio para expiar la inconmensurable culpa que hacia infelices a esas criaturas que las mantenía separadas de Él....

El amor por todo lo espiritual que camina sobre la Tierra encarnados como seres humanos es inconmensurable, y no puede tolerar que este espiritual permanezca eternamente separado de Él. Por lo tanto, encontró una manera de abolir esta separación, que le permitió a lo espiritual reunirse de nuevo con su Dios y Creador. Él Mismo Se sacrificó por la gran culpa de la apostasía anterior de los espíritus de Dios....

Pero este sacrificio también tenía que corresponder a esa culpa, y por eso eligió la muerte más dolorosa en la cruz, precedida de un gran grado de sufrimiento y humillación casi insoportable para los humanos.... Y como Dios Mismo no podía sufrir, pero quiso hacer este sacrificio, eligió una forma humana.... Él Mismo se encarnó en el hombre Jesús y entonces emprendió el camino del sufrimiento en la Tierra hasta la muerte en la cruz.... Su amor infinito realizó esta obra. Llenó al hombre Jesús, de modo que fue su libre albedrío asumir todo el sufrimiento para traer la salvación a Sus semejantes.

El hombre Jesús sufrió y murió y, sin embargo, fue Dios Mismo Quien se sacrificó en la cruz por la humanidad. Pues tanto el alma como el cuerpo del hombre Jesús fueron una vez la fuerza del amor irradiada por Dios, que ahora se reunificó de nuevo con el Amor Eterno, que así contenía solo lo divino en sí mismo. O bien: La Deidad Eterna Misma eligió aquella forma para Su morada, que también podía servirle de envoltura gracias a una vida pura y sin pecado, algo que habría sido imposible en una envoltura pecaminosa.

Fue una obra de amor y un acto de gracia de suma importancia: que Dios Mismo descendiera a la Tierra para redimir a la humanidad del pecado y de la muerte.... que caminara sobre la Tierra en el ser humano Jesús y cargara con toda la amargura de la vida terrenal, asumió todas las luchas contra Satanás, que verdaderamente luchó contra todos los poderes del infierno, lo cual fue una prueba de su inmenso amor por este caído, a quien querría ayudar a volver a ascender a las alturas.... al que no querría dejar en las profundidades, en el reino de Su adversario, porque allí no era feliz allí, sino en falta de luz y fuerza, y por lo tanto, se encontraba en un estado agonizante....

Su amor infinito por este caído no había disminuido, aunque éste se había apartado de Dios en el libre albedrío, y por lo tanto, Su amor lo persiguió.... Descendió al reino de su adversario, vino a la Tierra en el hombre Jesús, y realizó una obra de la más profunda misericordia.... Dios Mismo ofreció el sacrificio expiatorio por la gran culpa del pecado. Así, ahora todos los seres humanos pueden recuperar la luz y la fuerza en libertad; pueden volver a lograr su estado original, pueden volver a regresar a su Creador y Padre desde la eternidad, pues la culpa de la separación ha sido pagada por el Amor divino mismo.... Sólo hay una cosa que tienen que hacer ellos mismos: tienen que tener la voluntad de volver a regresar a Dios.

Él ha venido en Su amor inconmensurable a ellos, pero ahora ellos mismos también tienen que dar pasos, tienen que recorrer por voluntad propia el camino que Él Mismo les ha allanado en Jesús. Tienen que desear ser redimidos de su pecado y confesarlo libremente invocando el perdón de Jesucristo; de lo contrario, permanecerán cargados con su culpa y, por lo tanto, hundidos en las profundidades, porque entonces también seguirán siendo prisioneros todavía del adversario de Dios.

Por lo tanto, tienen que pedir conscientemente el amor de Dios.... Pues, a pesar del gran amor de Dios, la salvación no puede llegar a un ser que no se esfuerza por ella, es decir, que no reconoce a Jesucristo y Su Obra redentora, y por lo tanto, no puede ser aceptado por Él en Su Reino. Sin embargo, no se pierde para siempre; más bien sigue siendo una criatura a quien se dirige el amor inagotable de Dios. Y una vez, este amor divino también alcanzará su objetivo.... Una vez, cada ser querrá escapar de las profundidades y emprender su camino hacia el Gólgota, hacia la cruz, hacia Jesucristo, la Deidad hecha visible, Cuyo amor no conoce límites y cortejará a Sus criaturas hasta que finalmente las haya vuelto a ganar, para no volver a perderlas jamás....

amén

Traducido por: Hans-Dieter Heise

Este comunicación no se menciona en ninguna folleto temático.