B.D.-Nr. 1834
Hay un solo camino que conduce a la Vida Eterna y a la Unión con Dios: el camino a través de Jesucristo, y quien rechaza a Cristo nunca podrá entrar por la puerta del Cielo a la Salvación eterna. El hombre debe caminar por el mismo camino que Jesús recorrió en la Tierra, el camino del Amor y del Sufrimiento, porque solo a través del Amor puede redimirse y reducir con el sufrimiento la culpa del pecado.
Y para poder hacer esto, es necesario transmitirle las Gracias adquiridas por la muerte de Jesús en la Cruz, que a su vez solo puede recibir si reconoce a Jesucristo como Salvador e Hijo de Dios. Debe tener fe en el divino Redentor; debe creer que Dios Mismo Lo ha enviado a la Tierra para poder habitar plenamente en Él; debe creer que el Amor divino Mismo ha descendido a los hombres, y entonces demuestra la fe en Dios, cuando reconoce la Obra de Redención como un acto del más grande Amor a los hombres y quiere participar en la bendición de la Obra de Redención.
Jesús dice: “Nadie viene al Padre sino a través de mí.” Jesús no habla estas palabras como hombre, sino que estas palabras deben ser entendidas espiritualmente. Él Mismo era puro Amor, y así el hombre debe transformarse en Amor para estar unido con el Padre, que es el Amor Mismo. Pero si el hombre está en el Amor, entonces también reconocerá que Jesucristo también es la personificación de la Divinidad eterna. Ya no podrá separar a Cristo de Dios, y así el Amor será el único camino para llegar a Dios.
Pero si el hombre no reconoce a Cristo, nunca podrá pensar correctamente. Y aun si quiere aceptar a Dios, esta no es una fe profunda que separa a Dios y Cristo. Se hace una falsa idea de la Divinidad eterna. La doctrina cristiana prescribe como lo más importante los dos mandamientos: debes amar a Dios por encima de todo y a tu prójimo como a ti mismo. Para poder cumplir este mandamiento, él mismo debe ser amor, y por tanto debe seguir el mismo camino que Jesús recorrió en la Tierra; debe repartir amor en todos sus caminos de vida, y como Dios es el Amor mismo, atrae a sí por toda obra de amor la eterna Divinidad, de tal manera se une con Ella, y tiene lugar entonces lo mismo que llevó a Jesús a decir: “El Padre y yo somos uno.” Se unió a Dios por medio de su gran Amor, de tal manera que pudo pronunciar estas palabras con pleno derecho, porque Su Esencia estaba completamente impregnada del Espíritu divino, así que estaba el Padre, la Deidad eterna, en el Hijo, en Lo que había salido de Él, y eternamente no podían ser separados uno del otro.
Y esta fusión con la Fuerza original siempre será el resultado de un profundo amor a Dios y a los hombres, así que el Amor es el camino que conduce a Dios. La Obra de Redención fue la mayor obra de amor de un hombre para toda la humanidad. Quien no reconoce esto, debe estar privado de todo amor; de lo contrario, querría ver claramente el contexto y cualquier duda sobre la divinidad de Jesús desaparecería. Pero sin amor nunca se podrá recorrer el camino hacia lo Alto, porque entonces el hombre no sigue a Jesús; no es uno de los redimidos por Su muerte en la Cruz y, por lo tanto, está perdido para eternidades.
Amén