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L'immortalité – l'Éternité – le suicide

Le problème de l'immortalité – le concept d'Éternité – l'homme ne peut pas le résoudre, parce qu'il ne saisit pas intellectuellement ce qui va au-delà des concepts terrestres, mais d’un autre coté il ne peut lui être donné une explication spirituelle qui serait suffisante pour qu’il puisse le comprendre. Seule l'entrée dans les Régions de Lumière peut donner à l'être une clarification partielle, mais même alors il lui reste encore un problème qui ne peut jamais être résolu complètement, c’est celui d’une Divinité éternelle. Ceci doit être dit en introduction pour rendre compréhensible ce qui suit.

En ces temps de misère spirituelle les hommes sont tentés de vouloir mettre fin à leur vie et avec cela à leur «être» selon leur agrément, parce qu'ils croient exister seulement pour une période de temps limitée et ils se sentent autorisés et capables de l'abréger. À eux il manque simplement la compréhension de l'immortalité, pour un temps illimité, pour l'Éternité. Le fait qu'ils ne cesseront jamais d'exister, est pour eux quelque chose d’indémontrable, et il leur est plus agréable de penser que la vie se termine un jour. Et l'homme ressent quelque fois un malaise à la pensée de la fin temporelle, mais il préfère cette pensée, plutôt que celle d’une continuation de la vie après la mort, parce qu'il sait que sur la Terre tout est limité dans le temps et donc il ne veut et ne peut pas croire à l’immortalité de son «Moi». Vouloir rendre ensuite claire à un homme la pensée du concept «éternel», serait simplement impossible. La pensée que quelque chose qui est si intimement lié à lui, ne doive jamais cesser d'exister l'opprime et réveille en lui la sensation de responsabilité parce qu’il pressent que la vie serait à considérer totalement différemment s’il admettait une existence permanente.

Interruption

Traducteurs
Traduit par: Jean-Marc Grillet

Lo imperecedero - La eternidad - El suicidio

Para el hombre resulta imposible resolver la problemática de los conceptos §§imperecedero§§ y §§eternidad§§.... Pues, por una parte su intelecto no capta nada que sobrepase los límites de los conceptos mundanos, y por otra tampoco hay manera de darle explicaciones en el sentido §§espiritual§§ que le permitirían su comprensión.

Sólo al entrar en regiones de Luz, en parte el ser empieza a percibir cierta claridad. Pero aun así le queda un problema que -igual que lo de la eterna Divinidad- nunca podrá resolver ni asimilar en su totalidad.

Esto hay que darlo por sabido para que lo siguiente sea comprensible:

Hay hombres que en tiempos de tribulación espiritual se sienten tentados a creer que, voluntariamente, pueden dar fin a su vida y acabar de esta manera con su existencia.... pues, se imaginan que existe solamente un espacio de tiempo limitado, con lo que se toman por autorizados y capaces de acortarlo. - Eso porque simplemente les falta la facultad perceptiva de lo que es §§lo imperecedero§§, qué es un tiempo ilimitado y qué es la eternidad....

Como no hay manera de demostrarles palpablemente que ellos mismos son imperecederos, más les cabe la certitud de saber que un día la vida se acabará....

Aunque frecuentemente el ser humano se siente molesto ante el pensamiento de un final de la vida pasajera, más fácilmente se conforma con esta idea que con la de una continuación de la vida después de la muerte; pues, reconoce que todo en la Tierra tiene sus límites temporales, con lo que nunca podría ni querría creer en una inmortalidad de su propio §§yo§§. Aclararle a un hombre como éste el concepto del término “eterno” resulta simplemente imposible....

Aun así, tan sólo el pensamiento de que algo íntimamente relacionado con él podría ser imperecedero, ya hace que se sienta molesto porque esto despierta y reclama en él un sentido de responsabilidad.... pues, se entiende por sí mismo que hay que estimar la vida de manera totalmente distinta si hay que contar con una existencia continua....

De modo que los hombres que categóricamente niegan la continuación de la vida frecuentemente tampoco tienen ningún escrúpulo en acabar con la suya propia, porque se imaginan que al deshacerse de su vida terrenal se les acabarán todos los problemas.... y no les pasa por la cabeza qué clase de consecuencias podría acarrear su acción si su concepto fuera erróneo....

Lo que sacrifican no es sino la forma exterior, la envoltura, y ni mucho menos la vida misma - la que tienen que continuar viviendo.... Porque la vida no es destructible, ni en la Tierra ni tampoco en el Más Allá.... pues, es indestructible en el verdadero sentido de la palabra, de modo que es de duración eterna.

No cabe un final porque el Creador ha creado al ser sirviéndose de su propia sustancia, ¡de modo que todo aquello cuya sustancia primaria es divina nunca podrá perecer!

En su suma Sabiduría el Creador ha dispuesto que al ser no le sean puestos límites en el perfeccionamiento de su estado.... y que también en toda eternidad pueda continuamente hacer esfuerzos por lograr una perfección aún mayor. De esta manera el hombre puede continuamente surtir efecto - y puede dar y recibir sin jamás cansarse ni haber pedido a la Divinidad más de lo que Ella pudiera dar.

Para el ser humano de esta Tierra el concepto de lo “eterno” resulta tan inimaginable como él de lo “imperecedero” - conceptos que no pueden ser explicados en su totalidad, dado que en la Tierra no existe nada que sea imperecedero y que podría servir de referencia. Tampoco se puede presentar pruebas de la inmortalidad del alma, pues, ¡ §§esto hay que creerlo§§!

El intelecto humano tampoco puede analizar el concepto de §§eternidad§§.... Cualquier intento de hacerlo tiene que fallar, dado que el hombre no tiene nada en la Tierra para poder compararlo. Él sólo admite como verídico lo palpable - con lo que tampoco en este caso existe otra alternativa que no sea la de creerlo....

De modo que donde no se puede presentar pruebas, el hombre debe §§creer§§. En consecuencia, antes de que empiece a reflexionar sobre lo que fuera, debe tomar por hecho consumado que el ser es eternamente imperecedero....

Amén.

Traducteurs
Traduit par: Meinhard Füssel