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Lujuria de carne.... Deseos terrenales.... Actividad de amor....

En la lujuria por la carne veis vosotros, los hombres el cumplimiento de vuestros deseos corporales y, por lo tanto, os recogíais en el disfrute terrenal. Pero lo ayuda al bienestar del cuerpo no es muy beneficioso para el alma, porque el alma solo puede desarrollarse progresivamente si no cede al deseo físico, es decir, si renuncia voluntariamente a todo lo que el cuerpo exige que se cumpla.... el hombre debe practicar el amor.... y, por lo tanto, siempre tiene que ayudar a su prójimo en todos los problemas del cuerpo y del alma.

El verdadero amor siempre querrá dar y, por lo tanto, también debe estar listo para obrar el amor cuando el semejante está angustiado. Esta actitud también es decisiva para la maduración del alma. Hasta cierto punta Dios evalúa el grado de amor cuando dos personas se conectan puramente físicamente. En cada situación, el hombre puede tener un efecto educativo y ennoblecedor sobre su prójimo, y la voluntad de este último es decisiva en cuanto así una conexión física es una bendición o no puede ser aprobada por Dios....

El amor divino, la misericordia y la paciencia sin extremadamente indulgentes con los hombres, y especialmente con aquellos que expresan su debilidad a Dios y Le piden fortaleza.... porque mientras el hombre pertenezca a la tierra, su deseo terrenal es mayor y, por lo tanto, más difícil de vencer.

Pero cuanto más lucha el hombre por reprimir los deseos terrenales, más notablemente le llega la fuerza para resistir los deseos terrenales sin violar el mandamiento a amar al prójimo.... porque el amor es la primera condición.... la persona amorosa solo está interesada en el bienestar de la otra persona y, por lo tanto, hará todo lo que se le requiera, porque el amor siempre es el dador y la persona amorosa nunca piensa en si misma. El amor que da siempre será agradable a Dios y, por lo tanto, el nivel de voluntad de dar es decisivo para el desarrollo superior del alma....

Amén

Traductor
Traducido por: Meinhard Füssel

Fleischeslust .... Irdische Begierden .... Liebetätigkeit ....

In der Fleischeslust seht ihr Menschen die Erfüllung eurer körperlichen Begierden, und ihr frönet dadurch also dem irdischen Genuß. Was aber dem Körper zum Wohlbehagen verhilft, ist für die Seele wenig segensreich, denn die Seele kann sich nur fortschrittlich entwickeln, wenn sie dem körperlichen Verlangen nicht nachgibt, wenn sie also freiwillig Verzicht leistet auf alles, was der Körper zu seiner Erfüllung fordert .... Es soll der Mensch die Liebe üben .... und er muß daher immer seinem Mitmenschen helfen in allen Nöten des Leibes und der Seele. Die wahre Liebe wird immer geben wollen und muß daher auch dann bereit sein zum Liebeswirken, wenn der Mitmensch in Bedrängnis ist. Diese Einstellung ist auch maßgebend für das Ausreifen der Seele. Es wird gewissermaßen von Gott der Liebesgrad bewertet, so sich zwei Menschen rein körperlich verbinden. Es kann der Mensch in jeder Situation erziehend und veredelnd einwirken auf den Mitmenschen, und der Wille zu letzterem ist entscheidend, ob eine körperliche Verbindung von Segen ist oder vor Gott nicht bestehen kann .... Die göttliche Liebe, Barmherzigkeit und Geduld übt größte Nachsicht mit den Menschen, und sonderlich mit denen, die Gott ihre Schwäche vortragen und Ihn um Kraft bitten .... Denn solange der Mensch der Erde angehört, ist auch sein irdisches Verlangen größer und darum schwieriger zu überwinden. Doch je mehr der Mensch darum ringt, die irdischen Verlangen zu unterdrücken, desto merklicher geht ihm die Kraft zu, dem irdischen Begehren Widerstand zu leisten, ohne das Liebesgebot gegen seinen Nächsten zu verletzen .... Denn es ist die Liebe erste Bedingung .... Es wird der liebende Mensch stets nur das Wohl des anderen im Auge behalten, und er wird daher alles tun, was von ihm gefordert wird, weil die Liebe immer die Gebende ist und der liebende Mensch niemals an sich selbst denkt. Die gebende Liebe wird immer vor Gott wohlgefällig sein und es ist daher der Grad der Gebewilligkeit maßgebend für die Höherentwicklung der Seele ....

Amen

Traductor
This is an original publication by Bertha Dudde