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Unificación del alma y del espíritu a través de la actividad amorosa....

Físicamente sentiréis menos la fuerza que Dios os imparte a través de Su Palabra y, sin embargo, os volveréis libres, porque las cadenas del alma se romperán y será capaz de escuchar la voz del espíritu dentro de sí misma. Debéis luchar constantemente y pedir fuerza, y por eso el cuerpo no la siente, para que el ser humano no se vuelva descuidado en el esfuerzo. Si pide fuerza a Dios, inevitablemente la recibirá, y quien pide fuerza a Dios nunca podrá desarrollarse regresivo. Porque Dios no permitirá que nadie pide en vano un don que beneficie el alma. Si vosotros, los humanos, recibís la fuerza de Dios en forma de Su Palabra, entonces el espíritu en vosotros también se despierta y puede hacerse comprensible al alma, es decir, el alma puede recibir las instrucciones del espíritu. Entonces ella ya tiene cierta libertad y usa esta libertad para conectarse con el espíritu, que también quiere unificarse con ella. Sólo cuando el alma se unifica con el espíritu alcanza el grado de madurez, que resulta en una brillante vida después de la muerte.

El alma y el espíritu no estaban conectados al comienzo de la encarnación. El alma no sabía nada de la chispa divina que contenía dentro de sí. Fue sólo a través de la actividad del amor que ella tomó conciencia de ello, porque a partir de ahora el espíritu se expresaba. El objetivo y el propósito de la vida en la Tierra es la unificación del alma y el espíritu.... la cual sólo puede lograrse a través del amor. La actividad del amor da fuerza al alma, para que pueda sentir la obra del espíritu.... puede recibir sus instrucciones, capta la sabiduría que se le imparte y, por tanto, también puede transmitirla.

Todo esto requiere fuerza, que ella puede pedir a Dios mediante la oración sincera o adquirirla ella misma mediante una obra de amor constante, mediante la cual también busca la fuerza de Dios. El espíritu en el ser humano siempre llevará hacia el amor, ya que éste mismo es una chispa del amor divino.... Si el alma está ahora activa en el amor, se una íntimamente con la chispa del amor, y cuanto más íntima sea la unión, tanto más libre será el espíritu, que aprovecha su libertad para recibir bienes espirituales de las regiones espirituales, que ahora nuevamente los transmite al alma.

Y todo es fuerza de Dios.... Y así la fuerza divina fluye hacia los humanos con cada transmisión del bien espiritual. Hace que el alma y el espíritu se esfuercen por lograr una misma cosa.... la unificación con Dios.... Aunque el vínculo entre el alma y el espíritu no llega a ser conscientemente perceptible para el ser humano, él también se junta cada vez más al deseo del espíritu, es decir, no obstaculiza al alma si quiere entrar en conexión con el espíritu dentro de sí, y se somete a su voluntad sin resistencia. Porque el espíritu ahora domina el pensamiento, el sentimiento y la voluntad del ser humano y su vida terrenal debe ser ahora un ascenso a las alturas....

amén

Traductor
Traducido por: Hans-Dieter Heise

Vereinigung von Seele und Geist durch Liebetätigkeit....

Die Kraft, die euch Gott vermittelt durch Sein Wort, spüret ihr weniger körperlich, und dennoch werdet ihr frei werden, denn die Fesseln der Seele werden dadurch gesprengt, und sie wird fähig, die Stimme des Geistes in sich zu vernehmen. Unausgesetzt sollt ihr ringen und bitten um die Kraftzuwendung, und darum empfindet der Körper diese nicht, auf daß der Mensch nicht nachlässig werde im Streben. Erbittet er sich die Kraft von Gott, so wird er unweigerlich damit bedacht, und es kann niemals rückschrittlich sich gestalten, wer die Kraft aus Gott anfordert. Denn vergeblich wird Gott keinen Menschen bitten lassen um eine Gabe, die der Seele zum Vorteil gereicht. Geht euch Menschen die Kraft aus Gott zu in Form Seines Wortes, so ist auch der Geist in euch erwacht und kann sich der Seele verständlich machen, d.h., die Seele ist fähig, die Belehrungen des Geistes entgegenzunehmen. Sie ist also schon in einer gewissen Freiheit und nützet diese Freiheit zum Anschluß an den Geist, der sich gleichfalls mit ihr vereinigen will. Erst wenn die Seele mit dem Geist vereinigt ist, hat sie den Reifegrad erreicht, der ein lichtvolles Jenseits zur Folge hat. Seele und Geist waren bei Beginn der Verkörperung nicht verbunden. Es wußte die Seele nichts von dem göttlichen Funken, den sie in sich barg. Erst durch die Liebetätigkeit ward es ihr bewußt, weil sich nun erst der Geist äußerte. Ziel und Zweck des Erdenlebens ist die Vereinigung von Seele und Geist.... was nur durch die Liebe erreicht werden kann. Liebetätigkeit trägt der Seele Kraft ein, also kann sie das Wirken des Geistes spüren.... sie kann dessen Belehrungen entgegennehmen, sie faßt die Weisheiten, die ihr vermittelt werden und kann sie daher auch weitergeben. Dies alles benötigt Kraft, die sie von Gott anfordern kann durch inniges Gebet oder sich selbst erwirbt durch ständiges Liebeswirken, durch welches sie gleichfalls die Kraft aus Gott anstrebt. Der Geist im Menschen wird stets zur Liebe antreiben, da er selbst ein göttlicher Liebesfunken ist.... Ist nun die Seele liebetätig, so schließt sie sich mit dem Liebesfunken in sich innig zusammen, und je inniger der Zusammenschluß von Seele und Geist ist, desto freier wird der Geist, der die Freiheit nützet zur Entgegennahme geistigen Gutes aus geistigen Regionen, das er nun wieder der Seele zuführt. Und alles ist Kraft aus Gott.... Und so strömet die göttliche Kraft mit einer jeden Übermittlung geistigen Gutes dem Menschen zu. Sie bewirket, daß die Seele und der Geist sich einen und das gleiche anstreben.... den Zusammenschluß mit Gott.... Wenngleich die Bindung von Seele und Geist dem Menschen nicht spürbar zum Bewußtsein kommt, schließt auch er sich immer mehr dem Begehren des Geistes an, d.h., er hindert die Seele nicht, so sie die Verbindung mit dem Geist in sich eingehen will, und fügt sich widerstandslos ihrem Willen. Denn nun beherrscht der Geist das Denken, Fühlen und Wollen des Menschen und sein Erdenleben muß nun ein Aufstieg zur Höhe sein....

Amen

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This is an original publication by Bertha Dudde