B.D.-Nr. 1840
Estas son las condiciones previas para la actuación del Espíritu en el hombre: que se esfuerce por vivir según la Voluntad divina, que se eduque a la humildad y a la paz, que esté dispuesto a servir a Dios y al prójimo y que sea amoroso y, por lo tanto, se forme para convertirse en imagen de Dios. El Espíritu de Dios en el hombre contrae una alianza con el Espíritu divino fuera de sí mismo, que es una irradiación de Dios; todo lo Divino, sin embargo, requiere un receptáculo que sea digno de recibir tan delicioso contenido, y es, por lo tanto, la primera condición que el hombre sea puro de corazón, que deteste lo que no es bueno y noble, que busque la Verdad y odie la mentira, que no tenga pensamientos sucios, que se tenga lejos de cualquier falta de amor, que sea justo en sus pensamientos y sus acciones y que sirva con amor.
Entonces su corazón se configura de tal manera que es digno y, por lo tanto, capaz de recibir el Espíritu divino, porque entonces el Espíritu en el hombre es libre y puede conectarse con lo espiritual fuera de sí mismo, que está en la perfección y, por lo tanto, recibe la irradiación del poder de Dios y la transmite al Espíritu en el hombre. La emisión del Espíritu Santo, pues, es la transmisión de la Fuerza divina por portadores de Luz y Fuerza espirituales, quiere decir, seres perfectos que han logrado la unión con Dios y que ahora reciben y transmiten Luz y Fuerza sin interrupción.
Todo aquel que pida el Espíritu de Dios desde lo más profundo de su corazón y con la más profunda humildad podrá recibir el Espíritu divino, lo más Santo de Dios, siempre que se esfuerce por vivir de tal manera que sea digno del Regalo más delicioso. Debe reconocer a Dios como el Ser más elevado y perfecto, Que es poderoso y sabio por encima de toda medida, quiere decir, tiene que creer. Debe pedir Su Amor y Su Gracia, es decir, lo que Dios quiere dar, y él mismo debe ser activo en el amor para que el Amor de Dios se le pueda comunicar.
Y Dios ensombrecerá con su Gracia a un hombre que se forma así. Le dará lo que es parte divina: Su Espíritu. Él lo llevará al pensamiento justo, iluminará su mente y le dará la fuerza para reconocer lo justo. Enriquecerá su conocimiento, y la Creación se le revelará con luz y claridad. Conocerá el sentido y propósito de ella, penetrará en el Reino espiritual, y solo entonces comprenderá el significado de su vida terrenal.
Pero una cosa debe hacer el hombre mismo: debe abrir su oído de buen grado si el Espíritu de Dios quiere manifestarse a él. El corazón, su oído espiritual, debe estar dispuesto a recibir y, por lo tanto, prepararse aislándose de todo el mundo, dirigiéndose solo a Dios, y esperar el Don divino suplicando. Y el Espíritu de Dios desciende sobre aquellos hombres que están dispuestos a escuchar la Palabra divina con alas suaves.
Porque si dirigen sus corazones hacia Arriba, escuchan la Palabra que viene de Arriba y que resuena en el corazón tan tierna y finamente que sólo puede ser oída cuando el amor a Dios agudiza el oído espiritual, cuando todos los deseos mundanos se quedan silenciados y el anhelo del corazón se centra sólo en el Don divino. Por lo tanto, la emisión del Espíritu Santo depende del hombre mismo, de su voluntad, de su fe y de su amor. Donde la voluntad está dirigida hacia Dios, donde la fe en la actuación divina es fuerte y donde el amor a Dios y al prójimo establece la conexión con Dios, allí el Espíritu de Dios iluminará a los hombres y los introducirá en toda la Verdad.
Amén