0232 Por sus frutos los conoceréis

20 de diciembre de 1937: Libro 5/6

Hija mía, tienes que escuchar la voz interior que te advierte en toda circunstancia. No siempre resulta fácil, pero el continuo trabajo en ti misma te llevará a la meta. A pesar de todas las tentaciones tienes que conseguir iniciarte en el amor a todos los seres. La cuestión de cuáles merecen amor y cuáles no, déjasela al Padre. Mantente bajo su bendición y nunca te arrepentirás de ello; pero también has de mantener el calor de tu corazón; si alguna vez te cuesta mucho, ¡entonces reza! Vosotros, los humanos, no sois conscientes de lo fácil que es caer en la tentación. El maligno está continuamente al acecho y procura infiltrarse en vuestros pensamientos. Y sacude a la criatura, que fácilmente puede perder la conexión con Dios. Tened misericordia de todos seres y recomendadlos al corazón de vuestro Padre celestial para que también Él tenga piedad. La culpa es grande, pero el Amor de Dios es mayor.

Escucha, hija mía, te subrayamos todo esto para que te libres de la idea de que vuestro juicio puede ser acertado. Todo aquel que vive con arreglo a la fe en Dios, tiene derecho al Amor misericordioso del Padre. ¿Quién sabe si la voz de Dios ya ha penetrado en su corazón? El Padre cuida continuamente de las criaturas, y de su Voluntad depende cuándo tengan que dejar la Tierra atrás. Y el Amor del Cielo lucha por cada alma hasta el último momento. El que en el último instante se entrega a la custodia del Señor, recibirá su bendición. Por eso, ¡ofreced vosotros también vuestra buena voluntad al Señor, rogad el uno por el otro, y saldréis victoriosos de la lucha contra el adversario! Tened en cuenta las palabras del Señor: «Lo que hicierais al más pequeño de mis hermanos, a mí me lo hacéis». De modo que si os podéis superar amando a vuestros enemigos, entonces consagráis este amor vuestro a nuestro Señor y Salvador cuya Voluntad es que os améis los unos a los otros. Acordaos de las pobres almas y tenedlas en cuenta en vuestras oraciones sin diferenciar entre personas, porque juzgar o no, es cosa del Padre. Dios dispuso sabiamente que los pensamientos del hombre vuelvan a su infancia a la hora de la muerte. Muchas veces las impresiones recordadas iluminan su espíritu, y durante unas décimas de segundo el hombre reconoce la actuación de la Divinidad. Abandonando la vida de la Tierra con esta idea, ya no está expuesto irremediablemente a los poderes malignos. Por eso, no dejes sin amor a almas como éstas. Porque ya sufren mucho cuando conocen su situación. El Señor te dará la fuerza para que puedas superarte.

Amén.

Traducido por: Meinhard Füssel

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