Das Heil ist kommen von oben her.... Wie viele Lippen sprechen das aus, und wie oft ist das Herz unbeteiligt daran insofern, als daß der Mensch nicht einmal sich ernstlich besinnet, was die Niederkunft Jesu Christi zur Erde zu bedeuten hat. Ein Kindlein wurde geboren, Dessen Seele aus dem Reiche des Lichtes herniederstieg, weil in diesem Kindlein Gott Selbst Sich verkörpern wollte. Das Kindlein Jesus war ein Mensch, geboren aus Maria, der Jungfrau, die Ihn empfangen hatte aus der Kraft des Geistes.... Der Mensch Jesus begann Seine Erdenlaufbahn wie jeder andere Mensch, doch die Begleiterscheinungen Seiner Geburt waren nicht die eines gewöhnlichen Menschen, sondern sie wiesen darauf hin, daß eine außergewöhnliche Hülle auch ein außergewöhnliches Knäblein barg.... daß es die Hülle der Ewigen Gottheit sein sollte, Die Sich nur in einem reinen, sündenlosen Menschen manifestieren konnte, wie es das Knäblein Jesus war. Denn Dieses hatte eine Mission zu erfüllen von so großer Bedeutung, daß auch die Voraussetzungen dafür ungewöhnlich waren. Gott Selbst wollte in diesem Kindlein Jesus Wohnung nehmen, und Er wählte Sich eine Form, die makellos war und auch eine makellose Seele barg, in der nun die Ewige Gottheit Wohnung nehmen konnte, um das Erlösungswerk für die gesamte Menschheit zu vollbringen. Daß Gott Selbst zur Erde niederstieg, war ein übergroßes Barmherzigkeitswerk, denn die Erde lag in tiefster Finsternis und alle Bewohner der Erde desgleichen, sie waren vom Fürsten der Finsternis beherrscht und geknebelt, und sie schmachteten unter dem Druck der Unfreiheit in Sünde und Qual. Und Gott wußte um die Not Seiner Geschöpfe, die einst sich freiwillig von Ihm getrennt hatten und, in immer tiefere Finsternis verstrickt, keinen Ausweg mehr fanden und nach einem Retter schrien, Der sie befreite. Gott hörte ihren Ruf und sandte ihnen Seinen Sohn zur Erde.... ein gleichfalls aus Seiner Macht und Liebe hervorgegangenes Wesen, Das in Seiner Lichtfülle verblieben ist, als sich Seine Brüder selbst herabstürzten in die Finsternis. Es war die Seele Jesu Gott in übergroßer Liebe zugetan, sie liebte aber auch ihre gefallenen Brüder und wollte ihnen zur Rückkehr ins Vaterhaus verhelfen, weil sie wußte, daß nur in Gottes Gegenwart Glück und Seligkeit war und in Seiner Entfernung Not, Qual und Finsternis. Jesus kannte beide Zustände und Seine Liebe zu dem Unglückseligen bewog Ihn, Sich Selbst Gott als Opfer anzubieten, um die Sündenschuld abzutragen, die unermeßlich groß war und niemals von dem sündig Gewordenen selbst hätte abgebüßt werden können. Doch eine reine, schuldlose Seele wollte sich opfern für deren Sünden, um die Schuld zu tilgen und um der Gerechtigkeit Gottes Genüge zu tun. Denn die Seele war Liebe.... Die Liebe war Gott.... Gott oder die Liebe erfüllte den Menschen Jesus, so daß Er ein Werk größter Leiden und Qualen vollbringen wollte um jener gefallenen Brüder willen. Und so stieg Gott Selbst in Jesus zur Erde hernieder und bezog eine menschliche Form, die allen Voraussetzungen entsprach, um die Ewige Gottheit Selbst in sich zu bergen, ohne vergehen zu müssen.... Das Kindlein Jesus war voller Liebe, und alles, was in Seinen Liebestrahl trat, wurde im Herzen erfüllt von Liebe, Lob- und Dankgesang, denn es kamen zur Krippe des Kindleins nur Menschen, deren Herzen rein waren und Gott ergeben und die darum auch die Liebe spürten, die das Kindlein ausstrahlte, und in heißer Liebe zu dem Jesus-Kind entbrannten. Zwar werden die Vorgänge um die Geburt Jesu nur noch als Legende betrachtet, doch wer vom Geist Gottes erfüllt ist, wessen Geist erweckt ist, der weiß auch, daß alles Wahrheit ist, was sich als Wissen unter den Menschen noch erhalten hat von der Geburt Jesu. Wunder über Wunder geschahen um das Kind Selbst, in der Natur, im Himmel und auf Erden, und es beugten alle Engel im Himmel die Knie vor Dem, Der Sich verkörperte in dem Kindlein Jesus, so wie auch Mensch und Tier von heiligster Scheu und Stille ergriffen waren, als das größte Wunder, die Menschwerdung Gottes in Jesus, vor sich ging. Und wessen Geist erweckt ist, dessen Herz wird auch überzeugt die Worte aussprechen: "Das Heil ist kommen von oben her...." Denn auf ihn erstrahlt gleichfalls der Liebeschein des Heilands Jesus Christus, er gehört zu denen, für deren Errettung der Heiland zur Erde kam, er gehört zu den Erlösten, für die das Erbarmungswerk am Kreuz vollbracht wurde, weil er es wollte, daß auch er erlöst werde von Sünde und Tod. Und dieser wird nicht nur mit den Lippen reden von der Geburt Christi, er wird mit seinem Herzen alles in Gedanken verfolgen, was sich zugetragen hat in jener Nacht, da das Licht der Welt zur Erde niederstieg, da das Kindlein Jesus das Licht der Welt erblickte. Und er wird einstimmen in den Lobgesang: "Friede auf Erden und den Menschen ein Wohlgefallen, die eines guten Willens sind...."
Amen
Übersetzer“La Salvación ha llegado desde lo Alto”... Cuántos labios pronuncian estas palabras, y cuántas veces el corazón no participa en ello... Pues el hombre ni siquiera se acuerda verdaderamente qué significa la Encarnación de Jesucristo en la Tierra.
Nació un Niño cuya Alma descendió del Reino de la Luz, porque en este Niño Dios mismo quería encarnarse. El Niño Jesús era un Hombre al que la Virgen dio a Luz, la que le había concebido por la Fuerza del Espíritu.
El Hombre Jesús comenzó su “Carrera” por la Tierra como cualquier otro hombre, pero los fenómenos concomitantes de su Nacimiento no fueron los de un ser humano normal, sino que señalaron que una envoltura extraordinaria también contenía niño extraordinario... que iba a ser la envoltura de la eterna Divinidad que sólo podía manifestarse en un ser humano puro, exento te todo pecado, como era el caso con el Niño Jesús. Pues este tenía que cumplir con una Misión de tanta importancia que también los requisitos indispensables para ello tenían que ser extraordinarios.
Dios mismo quería tomar morada en este Niño Jesús. Por eso eligió una Forma impecable que también poseía un Alma impecable en la cual la eterna Divinidad ahora podía tomar morada para llevar a cabo la Obra de Redención para toda la humanidad.
Que Dios mismo descendió a la Tierra fue una grandiosa Obra de Misericordia, porque la Tierra se encontraba en tinieblas profundas, como también todos sus habitantes; porque estos estaban dominados por el príncipe de las tinieblas, y languidecían en su cautividad pues hubo mucho pecado y tormento.
Dios estaba consciente de la miseria de sus criaturas que hace tiempos remotos voluntariamente se habían separado de Él... y como cada vez más embrollados en tinieblas más profundas ya no encontraban una salida, clamaron por un Salvador para que los liberase.
Dios hizo caso a su llamada y les envió su Hijo a la Tierra - un Ser que también había surgido de Su Poder y Amor, y que había permanecido en Su Plenitud de Luz cuando sus hermanos mismos se lanzaron hacia abajo a las tinieblas...
El Alma de Jesús alimentaba un Amor extraordinario a Dios, pero también amaba a sus hermanos caídos y quería ayudarles para su regreso a la Casa del Padre; pues sabía que únicamente en la presencia de Dios había felicidad y bienaventuranza, mientras que en su ausencia sólo existen apuros, tormento y tinieblas. Jesús conocía ambos estados, y su Amor a los desgraciados le indujo a ofrecerse a sí mismo a Dios para consumar el Sacrificio, para expiar esa culpa que era inmensa... pues nunca el pecador habría podido expiarla él mismo.
Pero había un Alma pura y sin pecados que quería sacrificarse para los pecados de aquellos desgraciados, para redimir la culpa y satisfacer la Justicia de Dios. Porque el Alma era Amor... el Amor era Dios... Dios, o sea el Amor colmaba al Hombre Jesús, de modo que Él (Jesús) quería llevar a cabo una Obra que implicaba extremos sufrimientos y tormentos por la causa de aquellos hermanos caídos.
De modo que en Jesús Dios mismo descendió a la Tierra y ocupó una forma humana que satisfacía todas las condiciones para albergar en sí la eterna Divinidad misma sin que la forma corriera el riesgo de perecerse. El Niño Jesús estaba colmado de Amor, y todo que penetró en su Rayo de Amor, su corazón se llenó de amor, de alabanza y de gratitud, porque a la cuna del Niño sólo se acercaron seres humanos cuyos corazones eran puros y devotos a Dios - seres humanos que por eso también sintieron el Amor que el Niño irradiaba... por lo que en ellos surgió un profundo amor al Niño Jesús.
Bien es verdad que los fenómenos concomitantes del Nacimiento de Jesús sólo ya son considerados como leyendas; pero todo aquel que está penetrado del Espíritu de Dios –cuyo espíritu está despierto– él también sabe que todo lo que todavía se ha mantenido como saber sobre el Nacimiento de Jesús es Verdad. Hubo milagros tras milagros acerca del Niño mismo, en la naturaleza, en el cielo y en la Tierra, y en el Cielo todos los ángeles se postraron ante Aquel que se encarnó en el Niño Jesús... Y también los hombres y animales sentían un respeto y un silencio sagrado cuando se realizó la Encarnación de Dios en Jesús.
Aquel cuyo espíritu está despierto, también dirá todo convencido: “La Salvación nos ha llegado desde lo Alto...”, porque también a él irradia el Rayo de Amor del Salvador Jesucristo... él forma parte de aquellos por cuya Salvación el Salvador vino a la Tierra... él forma parte de los redimidos para los que la Obra de Redención fue llevada a cabo, pues él también anhelaba la Redención del pecado y de la muerte.
Y cuando este hablará del Nacimiento de Cristo, no lo hará solamente con los labios sino con el corazón, pues revive en sus pensamientos todo que sucedió en aquella noche cuando la Luz del Mundo descendió a la Tierra... cuando el Niño Jesús nació y vio la Luz de este Mundo. Él acompañará en el canto de alabanza: “Gloria a Dios en las Alturas, y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”.
Amén.
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