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Examen del corazón necesario para reconocer los dones.... Libre albedrío....

Todo don espiritual provoca felicidad tan pronto como se reconoce como tal. Y este juicio debe ser hecho por el corazón, en conjunto con el entendimiento, pero no solo por el entendimiento. En consecuencia, la voluntad de rechazar no debe oponerse al corazón y dar sólo al entendimiento el derecho de juzgar. Entonces nunca se sentirá un efecto de fuerza porque este no tolera ninguna resistencia, es decir, la fuerza se vuelve ineficaz cundo se le opone. El amor de Dios no fuerza, y la coerción sería cualquier prueba.

Pero es una prueba de que el don divino siempre y en todos los casos suscita un sentimiento de felicidad, incluso si el ser humano no está dispuesto a reconocerlo. Este sentimiento le obligará entonces a aceptar los dones de lo alto, y por tanto ningún humano quedaría entonces fuera de la influencia de éstos, lo que significaría tanto como que, un cambio en el modo de pensar de los humanos tendría como consecuencia un mayor desarrollo en poco tiempo, pero siempre obligatoriamente, es decir, sin su propia voluntad. Un desarrollo superior como tal no correspondería a la sabiduría de Dios, y es por eso que el humano que deja que su entendimiento se active sólo, donde su corazón debe realizar una prueba, no sentirá ningún efecto en sí mismo. Pero pierde una gran gracia, una gracia que podría ayudarle muy rápidamente si permitiera que surtiera efecto.

Por lo tanto, es muy difícil mover a los humanos para aceptar la Palabra divina mientras no tengan la voluntad de considerar a Dios como el Dador posible de ella y mientras duden de la obra de Dios. Incluso la suposición de que Dios pudiera expresarse de una manera extraordinaria ya debilitaría la voluntad de rechazar, y el humano examinaría imparcialmente y así dejaría hablar a su corazón, lo que verdaderamente le aconsejaría correctamente. Porque la fuerza de Dios tocaría el corazón de manera tan beneficiosa que en esto reconocería el origen divino y lo aceptaría incondicionalmente.

El ser humano es completamente libre de decidir cómo responde al don que se le ofrece del ámbito espiritual. Se elimina toda compulsión de la voluntad y, por tanto, se reduce el don de elocuencia cuando se trata de un ser humano que no quiere, para que el humano no sea influenciado en contra de su voluntad, porque dios en Su amor se ofrece, pero no Se impone. En cualquier caso, transmitir Su Palabra a la Tierra es un acto de gracia que la humanidad no merece, ya que sólo rara vez un ser humano tiene la voluntad de establecer una conexión con Dios tan íntima como para la fuerza de Dios pueda fluir hacia él y ésta.... la Palabra de Dios.... sólo puede ofrecerse donde se desea.

Pero Dios Se contenta con la voluntad de un ser humano que desea la verdad para transmitirla a quienes almas están en necesidad. Y así la humanidad recibe un don precioso y no lo reconoce.... No se sirve de un don que le llega inmerecidamente, no toma la mano del Padre Que intenta arrebatársela de las tinieblas.... ella duda, donde inmediatamente debería aceptarla para poder aprovechar cada día para madurar en la cognición y hacer de la Palabra de Dios la guía de su vida en la Tierra.

Los dones de la gracia aumentarán en los últimos tiempos, pero el libre albedrío del ser humano siempre se preservará, por lo que ningún don aparecerá jamás de tal manera que el hombre se dedica a reconocerlo como divino. Aquel que se abre al don de la gracia y que, en su profunda fe en Dios, no niega la importancia que tiene para el desarrollo espiritual, experimentará una profunda felicidad, pero quedará vacío e insignificante si no cree posible tal obra del amor de Dios, porque es incrédulo o sólo llama su propiedad una fe muerta. Y es por eso que sólo los individuos sentirán el efecto del don de la gracia y madurarán en sus almas porque son de buena voluntad....

amén

Traductor
Traducido por: Hans-Dieter Heise

Prüfung des Herzens nötig zum Erkennen der Gaben.... Freier Wille....

Jede geistige Gabe löst Beglückung aus, sowie sie erkannt wird als solche. Und dieses Urteil muß das Herz fällen, in Verband mit dem Verstand, nicht aber der Verstand allein. Folglich darf nicht der Ablehnungswille dem Herzen wehren und dem Verstand allein das Recht einräumen zu urteilen. Dann wird niemals eine Kraftwirkung zu spüren sein, denn diese duldet keinen Widerstand, d.h., die Kraft wird unwirksam, wo ihr Widerstand entgegengesetzt wird. Die Liebe Gottes zwingt nicht, und Zwang wäre jeder Beweis. Ein Beweis aber ist es, wenn immer und in allen Fällen die göttliche Gabe ein Glücksempfinden auslösen würde, auch wenn der Mensch nicht willens ist, sie anzuerkennen. Dieses Empfinden würde ihn dann zwingen zur Annahme der Gaben von oben, und also würde dann kein Mensch außerhalb des Wirkens dieser stehen, was soviel heißen würde, daß eine Wandlung des Denkens der Menschen in kurzer Zeit deren Höherentwicklung zur Folge hätte, doch immer zwangsmäßig, also ohne eigenen Willen. Eine solche Höherentwicklung entspräche nicht der Weisheit Gottes, und darum wird der Mensch keine Wirkung an sich verspüren, der nur seinen Verstand tätig werden läßt, wo sein Herz eine Prüfung vornehmen sollte. Doch er geht einer großen Gnade verlustig, einer Gnade, die ihn sehr schnell fördern könnte, so er sie an sich wirksam werden ließ. Es ist daher sehr schwer, die Menschen zur Annahme des göttlichen Wortes zu bewegen, solange sie nicht den Willen haben, Gott als Geber dessen für möglich zu halten, solange sie also ein solches Wirken Gottes anzweifeln. Schon die Annahme, daß Gott Sich in außergewöhnlicher Weise äußern könnte, würde den Ablehnungswillen schwächen, und er würde unvoreingenommen prüfen und also sein Herz sprechen lassen, das ihn wahrlich recht beratet. Denn die Kraft aus Gott würde das Herz so wohltätig berühren, daß es daran den göttlichen Ursprung erkennt und bedingungslos annimmt. Es ist dem Menschen völlig freigestellt, wie er sich zu der Gabe, die aus dem geistigen Reich ihm geboten wird, einstellt. Jeder Willenszwang wird ausgeschaltet, und darum wird auch einem unwilligen Menschen gegenüber die Gabe der Beredsamkeit verringert, auf daß der Mensch nicht beeinflußt werde wider seinen Willen, denn Gott in Seiner Liebe bietet Sich wohl an, drängt Sich aber nicht auf. Das Zuleiten Seines Wortes zur Erde ist ohnedies ein Gnadenakt, den die Menschheit nicht verdient, da nur selten ein Mensch den Willen hat, die Verbindung mit Gott so innig herzustellen, daß die Kraft aus Gott auf ihn überströmen kann und diese.... das Wort Gottes.... nur geboten werden kann, wo es begehrt wird. Doch Gott lässet Sich an dem Willen eines Menschen genügen, der die Wahrheit begehrt, um sie weiterzugeben denen, die in Not der Seele sind. Und so wird die Menschheit bedacht mit einer köstlichen Gabe, und sie erkennet sie nicht.... Sie macht keinen Gebrauch von einem Geschenk, das ihr unverdienterweise zugeht, sie ergreift nicht die Hand des Vaters, Der sie der Finsternis zu entreißen sucht.... sie zögert, wo sie unverzüglich annehmen sollte, um jeden Tag zu nützen, um in der Erkenntnis zu reifen, um sich das Wort Gottes zur Richtschnur für sein Erdenleben zu machen. Es werden sich die Gnadengaben in der Endzeit mehren, doch immer wird die Willensfreiheit des Menschen gewahrt, also niemals eine Gabe so in Erscheinung treten, daß der Mensch bestimmt wird, sie als göttlich anzuerkennen. Es wird tiefes Glück empfinden, der sich der Gnadengabe öffnet, der im tiefen Glauben an Gott ihr die Bedeutung nicht abspricht, die sie für die geistige Entwicklung hat, doch leer und eindruckslos wird bleiben, der ein solches Wirken der Liebe Gottes nicht für möglich hält, weil er ungläubig ist oder nur einen toten Glauben sein eigen nennt. Und darum werden nur einzelne die Wirkung der Gnadengabe verspüren und reifen an ihrer Seele, weil sie guten Willens sind....

Amen

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This is an original publication by Bertha Dudde