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Suicidio.... El destino en el más allá....

El camino de la carne debe completarse, es decir, todo ser debe vivir también encarnado como ser humano. No puede acortar o interrumpir voluntariamente el camino terrenal. Sin embargo, en la etapa del libre albedrío, como ser humano, puede utilizar su libre albedrío y, poner fin a su vida terrenal como ser humano por su propia autoridad sin que se le impida hacerlo. Pero las consecuencias de tal desobediencia a la voluntad divina son terribles. Esa persona es todavía inmadura, es decir, le falta darse cuenta, de lo contrario no daría ese paso, que le priva de una gran gracia.... el poder trabajar en su ser aún más hasta que Dios mismo ponga fin a su vida. La comprensión de su desafortunada acción le llega en el más allá y su remordimiento es indescriptible. Si la vida se termina por voluntad de Dios aunque el ser humano sea todavía joven y no esté maduro para la eternidad, entonces Dios reconoce la necesidad de ello, y el final de la vida terrenal es un acto de gracia, ya sea para evitar un peligro para el alma o para dar a esta alma una oportunidad en el más allá que aumente su estado de madurez en poco tiempo. Pero el fin forzoso de la vida es un gran retroceso en términos espirituales, pues el ser se ve de repente impotente para trabajar sobre sí mismo y queda dependiente de la gracia de los seres de luz o de las personas, es decir, si no lo asisten, permanecerá para siempre en el mismo nivel de imperfección. Primero el alma tiene que llegar a esta comprensión en el más allá, lo que desencadena un estado de remordimiento que es indescriptible. Si el alma está ahora dispuesta, aprovecha todas las oportunidades para ser activa en el servicio, pero su lucha es indescriptiblemente difícil. Debe, por así decirlo, seguir soportando en el más allá el sufrimiento terrenal del que quiso escapar; lo que desechó sigue aferrándose a él sin cambios y lo atormenta indescriptiblemente. Pero Dios no carece de misericordia hacia un alma que ha despreciado Su voluntad, siempre que el alma no esté completamente endurecida. Al cabo de un tiempo que le parece infinitamente largo, el alma se enfrentará también a tareas en el más allá, cuyo cumplimiento aliviará su situación. Y ahora debe dejar que su voluntad se active de nuevo. Si está dispuesta a ayudar a las almas que sufren en el más allá, pronto reconocerá una notable mejora de su situación. Pero esto a veces sólo puede ocurrir después del tiempo fijado por Dios para su vida terrenal real, de modo que no ha acortado arbitrariamente este cambio terrenal y debe permanecer en su estado de sufrimiento, que le parecía insoportable en la tierra, en el más allá hasta que Dios se apiade del alma. Por lo tanto, su intervención en la voluntad divina fue completamente inútil, la privó de la gracia de madurar en la tierra, pero de ninguna manera puso fin a los tormentos de la existencia terrenal, y por eso hay que compadecer a estas almas, pues se necesita mucho tiempo antes de que sean redimidas, y la conciencia de haber desechado la gracia de Dios es tan agonizante para el alma que se queda en un estado lamentable en el más allá. Estas almas necesitan especialmente la oración de la gente. Sólo el amor de las personas en la tierra puede disminuir su tormento e impartirles fuerza para mejorar su suerte si tienen la voluntad de mejorar su situación por medio de servir en el mas allá y así se le permita cambiar, después de un tiempo aparentemente interminable, su morada sin luz la cual es comprensiblemente su porción (¿suerte? hasta que el amor y la gracia de Dios la redima de ella....

Amén

Traductor
Traducido por: J. Gründinger

Selbstmord.... Los im Jenseits....

Der Weg des Fleisches muß zu Ende gegangen werden, d.h., ein jedes Wesen muß auch die Verkörperung als Mensch durchleben. Es kann den Erdenwandel zuvor nicht verkürzen oder abbrechen durch seinen Willen. Jedoch im Stadium des freien Willens, als Mensch, kann er seinen freien Willen gebrauchen und demnach auch sein Erdenleben als Mensch eigenmächtig beenden, ohne daß er daran gehindert wird. Die Folgen eines solchen Eingriffes in den göttlichen Willen aber sind furchtbar. Es ist ein solcher Mensch noch unreif, d.h., das Erkennen fehlt ihm, ansonsten er diesen Schritt nicht unternehmen würde, der ihn selbst beraubt einer großen Gnade.... an seinem Wesen noch weiter arbeiten zu können, bis Gott Selbst sein Leben beendet. Die Erkenntnis seiner unglückseligen Tat kommt ihm aber im Jenseits, und seine Reue ist unbeschreiblich. Wird das Leben durch Gottes Willen beendet, obgleich der Mensch noch jung und nicht reif ist für die Ewigkeit, dann erkennt Gott die Notwendigkeit dessen, und das Beenden des Erdenlebens ist ein Gnadenakt, um entweder eine Gefahr für die Seele abzuwenden oder dieser Seele im Jenseits eine Möglichkeit zu geben, die ihren Reifezustand in kurzer Zeit erhöht. Das gewaltsame Beenden des Lebens aber ist ein großer Rückschritt in geistiger Beziehung; denn es ist plötzlich das Wesen kraftlos, an sich zu arbeiten, und auf die Gnade der Lichtwesen oder der Menschen angewiesen, d.h., so diese ihm nicht beistehen, bleibt er ewig auf der gleichen Unvollkommenheitsstufe stehen. Erst muß der Seele diese Erkenntnis kommen im Jenseits, die einen Reuezustand auslöst, der unbeschreiblich ist. Ist die Seele nun willig, so nützet sie eine jede Gelegenheit, um dienend tätig zu sein, doch ihr Ringen ist unbeschreiblich schwer. Sie muß gleichsam das Erdenleid, dem sie entgehen wollte, im Jenseits weiter tragen; was sie wegwarf, hängt ihr noch unverändert an und quält sie unbeschreiblich. Doch ohne Erbarmen ist Gott auch einer solchen Seele gegenüber nicht, die Seinen Willen mißachtet hat, sofern die Seele nicht gänzlich verstockt ist. Nach einer der Seele unendlich lang scheinenden Zeit wird sie auch im Jenseits vor Aufgaben gestellt, deren Erfüllen ihr eine Erleichterung ihrer Lage schafft. Und nun muß sie wieder ihren Willen tätig werden lassen. Ist sie bereit, den leidenden Seelen im Jenseits ihre Hilfe zuzuwenden, so erkennt sie auch bald eine merkliche Verbesserung ihrer Lage. Aber es kann dies mitunter erst nach der von Gott gesetzten Zeit ihres eigentlichen Erdenlebens sein, so daß sie also diesen Erdenwandel doch nicht eigenmächtig verkürzt hat und in ihrem Leidenszustand, der ihr unerträglich dünkte auf Erden, nun so lange im Jenseits noch verharren muß, bis Sich Gott der Seele erbarmt. Es war also ihr Eingriff in den göttlichen Willen völlig nutzlos, er beraubte sie der Gnade des Ausreifens auf der Erde, beendete aber keineswegs die Qualen des Erdendaseins, und darum sind diese Seelen zu bedauern, denn ehe sie erlöst sind, dauert es lange Zeit, und das Bewußtsein, die Gnade Gottes weggeworfen zu haben, ist so quälend für die Seele, daß sie in einem bedauernswerten Zustand im Jenseits weilt. Solche Seelen bedürfen des Gebetes der Menschen ganz besonders. Nur die Liebe der Menschen auf Erden kann ihre Qualen mildern und ihnen Kraft vermitteln, durch ihren Willen ihr Los zu verbessern, indem die Seele im Jenseits dienstwillig ist und dadurch nach endlos lang scheinender Zeit ihren lichtlosen Aufenthalt wechseln darf, der verständlicherweise ihr Anteil (Los?) ist, bis die Liebe und Gnade Gottes sie daraus erlöst....

Amen

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This is an original publication by Bertha Dudde