Vosotros atribuís demasiada gran importancia a la infalibilidad de vuestro jefe de la iglesia, y os equicocáis enormemente. No residía en la Voluntad de Dios, que Su Iglesia fuera formada arbitrariamente según la voluntad de los hombres. Todo lo que era bueno para el mantenimiento y para la divulgación de Su Doctrina, se lo presentó y enseñó Jesucristo en la tierra a Sus discípulos Él Mismo. El ha hecho la difusión de Su Doctrina, dependiente de la voluntad individual de cada uno.
Él dió extras normas directivas, las cuales eran válidas para todo el que quería ser adicto de Su Doctrina. Son estas las promesas que se hicieron dependientes del cumplimiento de ella, lo que el Señor a través de Sus enseñanzas por los hombres pedía. Él siempre dejó inviolable la voluntad libre del hombre. De por sí mismo y sin coacción exterior debía decidirse el hombre y cumplir de ese modo la Voluntad de Dios. Y a estos les prometió El la Vida eterna. Con las Palabras: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida ... Yo soy el medio, la justificación y el cumplimiento... El que cree en Mí, tiene la Vida eterna..." De modo que Él sólo pedía la fe en Sí y en Su Palabra. Su Amor quiere dar algo inimaginablemente delicioso, la Vida eterna. Para lo que Él necesita sólo la fe de los hombres y su voluntad. Pero no es Su Voluntad, que a hombres, los que ya caminan en la tierra en un estado encadenado, sean cargados con nuevos pecados. Quien verdaderamente cree en Jesús y Su Palabra, las ataduras de ese serán sueltas, el que no obstante, no cree, ese, a causa de su estado encadenado, ya esta suficientemente castigado, pues él tiene que permanecer en ese estado por tiempos interminables.
Quien no hace caso de los diez mandamientos, que Dios Mismo ha dado a los hombres, quien los transgriede ese peca, es decir, ese se opone a Dios como el Amor, porque quebranta el mandato del Amor. Ese no hace nada por liberarse de su estado, sin embargo todo, para agravarlo. El cumplimiento de estos mandamientos es el único medio de rescate, mas todo lo contrario es el infrigirlos.
La doctrina de la infalibilidad llegó a ser, sin embargo, para los hombres una nueva legislación en tanto, que a los diez mandamientos promulgados por Dios, los aumentaron con muchos otros más, anexionando los nuevos preceptos, en cierto modo a los mandamientos de Dios y el no obervarlos, fue igualmente estampillado como pecado, igualmente como el obrar en contra de los mandamientos de Dios. Y eso es un error de espantosa repercusión. Pues ahora están los hombres cargados y agobiados de pesos que son totalmene sin importancia, sin embargo, actos hechos por obligación, mas los cuales no tienen en absoluto nada que ver con el mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Y toda su atención va tan sólo dirigida en la ocupación en esos preceptos y en quedarse libre de los presuntos pecados.
Y es esto, en lo que ellos fijan todo el trabajo de su alma, en guardar esos preceptos promulgados por hombres o en expiar la supuesta culpa de su contravención. Y no tienen en cuenta la horrible eclavitud del alma, la cual únicamente por el amor sólo puede ser desatada de ella.
Si esos preceptos hubíesen sido necesarios, en verdad, que el Señor Mismo los hubiera dado de ese modo en la tierra y predicado a Sus discípulos el cumplimiento de ellos primero. Por lo que han tratado los hombres de mejorar la Doctrina de Cristo por propia voluntad contra la Voluntad divina o arbitrariamente, y no se espantaron atrás, de darse ellos mismos el consentimiento divino para ello, al considerarse a sí mismos como iluminados por el Espíritu Santo, y en un estado muy alejado de ello, promulgaron prescripciones que no pueden corresponder a la Voluntad de Dios, porque ellos disminuyen considerablemente el sentido de responsabilidad frente a los mandamientos dados por Dios a causa del hecho, de que se ha dedicado ahora la mayor antención a esos nuevos preceptos promulgados y actualmente es tan grande que la humanidad cumple con ellos, de forma mecánica meramente y está en la creencia de seguir la Doctrina de Cristo si cumple ella las obligaciones que a ellos les fueron impuestas.
El hombre verdaderamente iluminado está destinado por Dios, a poner termino a esta situación precaria e inconvenientes, es decir, descubrirlas. Sin embargo, jamás puede Dios haber iluminado a un hombre que dió semejante precepto, ni tampoco podía aprobarlo. La infalibilidad del jefe de la iglesia es una imágen distorsionada del derramamiento del Espíritu Santo. Quien ha estado bajo el efecto del Espíritu Santo, ha reconocido a cualquier hora lo erróneo de esa legislación, pero el poder mundanal eclesiástico impidió él en la rectificación de ese error de tan graves consecuencias.
Pues esos preceptos no nacieron del espíritu de amor. Al legislador le importaba poco de facilitar a las almas luchadoras su trabajo por su última liberación, sino que el motivo del origen de esos preceptos era el afán del aumento de poder y de la voluntad de llevar a los hombres, en cierto modo, en circunstancias serviles, puesto que al mismo tiempo estaba considerada la inobservancia de los preceptos como pecado mortal.
Servidores verdaderos de Dios han reconocido siempre este abuso y querían hacer frente a él, sin embargo, el dogma de la infalibilidad del jefe de la iglesia ya está demasiado profundamente arraigado, para que se pueda tan fácilmente ser exterminado. Y de él se podrá liberar sólo, el que busca la pura Verdad y le pide a Dios Mismo por esa pura Verdad y por el Espíritu de la iluminación interior.
Amén
TraductorVocê dá demasiada importância à infalibilidade do líder da sua igreja, e ainda assim está muito enganado. Não foi na vontade de Deus que Sua igreja foi formada por pessoas sob sua própria autoridade, de acordo com a vontade do povo. Tudo o que era bom para a manutenção e difusão do Seu ensinamento foi submetido pelo próprio Jesus Cristo aos Seus discípulos na terra. Ele fez a difusão do Seu ensinamento depender da vontade do indivíduo de aceitá-lo ou não. Ele deu diretrizes precisas que eram válidas para todos que queriam aderir ao Seu ensinamento. Estas são as promessas que foram feitas dependendo do cumprimento do que o Senhor exigiu das pessoas através dos Seus ensinamentos. Ele sempre deixou o livre arbítrio do homem intocado. O homem deve decidir por si mesmo e sem coerção externa e assim cumprir a vontade de Deus. E Ele prometeu esta vida eterna.... Com as palavras: "Eu sou o caminho, a verdade e a vida.... Eu sou o meio, o direito e a realização.... quem crê em Mim tem vida eterna...." Ele, portanto, só exige fé em Si mesmo e na Sua Palavra. O seu amor quer dar algo inimaginavelmente glorioso.... de vida eterna. Para isso Ele só precisa da fé das pessoas e da sua vontade. Mas não é Sua vontade sobrecarregar as pessoas, que já andam na terra em estado acorrentado, com novos pecados.... Quem acredita verdadeiramente em Jesus e na Sua Palavra terá suas correntes soltas, mas quem não acredita já é punido o suficiente pelo seu estado acorrentado, pois terá que permanecer nele por um tempo infinitamente longo. Quem desrespeita os dez mandamentos dados ao povo pelo próprio Deus, quem os viola, peca, ou seja, rebela-se contra Deus como amor, porque viola o mandamento do amor. Ele não faz nada para se libertar do seu estado, mas tudo para o piorar. O cumprimento destes mandamentos é o único remédio, mas a contravenção é exatamente o oposto. A doutrina da infalibilidade, porém, tornou-se um novo legislador para as pessoas, na medida em que os dez mandamentos emitidos por Deus foram multiplicados por outros, de modo que os novos mandamentos se uniram aos mandamentos de Deus, por assim dizer, e o não cumprimento desses mandamentos foi carimbado tanto como um pecado, quanto o ato de agir contra os mandamentos emitidos por Deus. E isto é um erro de efeito terrível. Por agora as pessoas se sobrecarregam com ações completamente sem importância que, no entanto, se tornam obrigatórias, mas que nada têm a ver com o mandamento do amor a Deus e ao próximo. E toda a sua atenção está focada apenas em guardar estes mandamentos e libertar-se dos pecados presumidos.... E este é o trabalho de toda a sua alma, que prestem atenção ao cumprimento desses mandamentos humanamente decretados ou à expiação da suposta culpa de transgressão. E não se lembram da terrível escravidão da alma, que só pode ser resolvida apenas através do amor. Se esses mandamentos tivessem sido necessários, o próprio Senhor os teria realmente dado na Terra e pregado o cumprimento deles aos Seus discípulos primeiro. Assim, as pessoas procuravam melhorar o ensinamento de Cristo com sua própria autoridade e não se furtavam a dar a si mesmas a aprovação divina, julgando-se iluminadas pelo Espírito Santo e agora, num estado ainda muito distante dele, decretavam disposições que não podiam corresponder à vontade de Deus, porque diminuíram consideravelmente o sentido da responsabilidade para com os mandamentos decretados por Deus, pelo fato de esses mandamentos recém-decretados receberem agora a maior atenção, tão grande que agora a humanidade cumpre-os puramente mecanicamente e está na fé para obedecer aos ensinamentos de Cristo, se cumprir os deveres impostos a ele. O ser humano verdadeiramente iluminado é escolhido por Deus para pôr um fim a estes males, ou seja, para os expor. Contudo, Deus nunca poderá ter iluminado aqueles que deram ou poderiam aprovar tais mandamentos. A infalibilidade da cabeça da Igreja é uma imagem distorcida da efusão do Espírito Santo. Aqueles que estavam sob a influência do Espírito Santo teriam reconhecido o erro desta legislação a qualquer momento, mas o poder eclesiástico mundano os impediu de corrigir este erro momentâneo. Pois esses mandamentos não nasceram do espírito do amor.... Os legisladores não estavam tão interessados em facilitar o trabalho das almas em luta pela sua libertação final, mas o motivo para a criação destes mandamentos era o desejo de aumentar o poder e a vontade de levar as pessoas a uma certa relação de servidão, uma vez que ao mesmo tempo o não cumprimento dos mandamentos era considerado um pecado grave. Os verdadeiros servos de Deus sempre reconheceram este deplorável estado de coisas e quiseram contrariá-lo, mas a doutrina da infalibilidade da cabeça da igreja já está demasiado enraizada para que seja erradicada tão facilmente. E só aqueles que procuram a verdade pura e pedem a Deus mesmo por ela e pelo espírito da iluminação interior poderão libertar-se dela....
Amém
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