Ninguna criatura tiene el privilegio de poder librarse del peso de sus pecados por sí sola: para ello siempre necesitará el Amor del Salvador divino. Tampoco el hombre tiene el poder de perdonar los pecados a sus semejantes. A no ser cuando ve que el corazón de un pecador está muy conmovido y que, plenamente consciente de haber pecado, implora perdón al Padre del Cielo. En este caso, cumpliendo su oficio, el hombre puede perdonarle.
Lo único decisivo es la voluntad de la criatura, en tanto que la intervención del representante no es sino una manifestación simbólica del acto de Gracia de Dios. De modo que la confesión de los pecados resulta totalmente inútil, aunque mediante ella el pecador cumpla aparentemente su deber ante la Iglesia, si al mismo tiempo no se dirige al Padre divino pidiéndole su perdón. Y de manera análoga, la confesión de los pecados al Padre acompañada por un pleno arrepentimiento, produce un verdadero perdón, perfectamente válido sin necesidad alguna de ceremonia por parte del representante.
Las criaturas no saben lo mucho que se han alejado de la verdadera Divinidad aunque siempre cumplan todas las exigencias que la Iglesia terrenal les prescribe. Lo que debiera ser un deseo vivo del corazón se ha convertido en un mecanismo inanimado.
De modo que cumplir así las reglas de la Iglesia poca bendición traerá porque, ante todo, los corazones tienen que inclinarse hacia Dios y entrar en unión íntima con el Creador y Salvador. Entonces la Gracia del Señor estará con las criaturas, las cuales consiguen acercarse cada vez más a Él y pronto ya no querrán permanecer en la Tierra sin su Salvador. Pero dar el primer paso es cosa de la misma criatura. Cada cual sabe muy bien cuando ha pecado. Del mismo modo que ha encontrado el camino del pecado, también tendrá que encontrarlo él solo el de la introspección. Y cuando aprenda a despreciar el pecado, se arrepentirá y le vendrá el deseo de ser liberado de su carga. Entonces la oración por el perdón de los pecados surgirá del corazón, y seguro que llegará a los oídos de Aquel que es el único que remite los pecados gracias a su gran Amor.
Amén.
TraductorKeinem Menschen ist es gegeben, sich selbst von seiner Sündenschuld zu erlösen.... er bedarf dazu immer der Liebe des göttlichen Heilands. Ebenso hat auch der Mensch von sich selbst aus nicht die Macht, anderen Mitmenschen die Sünden zu vergeben.... nur wenn er in Ausübung seines Amtes, {als Vertreter der ewigen Gottheit auf Erden}, handelt und dabei das Herz des Menschen innigst bewegt ist, d.h. dieser aus vollster Erkenntnis seiner Schuld den Vater im Himmel um Vergebung bittet. Es ist also immer nur ausschlaggebend der Wille des Erdenkindes, und die Handlung des Stellvertreters Gottes ist nur ein sinnbildliches Zeichen des Gnadenaktes....
Es wird sonach das Sündenbekenntnis, das abgelegt wird, ein völlig nutzloses sein, auch wenn damit die Pflichten scheinbar erfüllt sind, wenn nicht ein gleiches Sündenbekenntnis zum göttlichen Vater mit innigstem Flehen um Vergebung gesandt wird. Und umgekehrt wird hingegen ein solches reuevolles Sündenbekenntnis dem Vater gegenüber auch ohne diese Zeremonie die wahrhafte Vergebung dieser Schuld bewirken. Es wissen die Menschen oft nicht mehr, wie ferne sie der wirklichen Gottheit sind, obwohl sie allen Anforderungen, welche die Kirche auf Erden ihnen stellt, nachkommen.... Es ist zu völlig mechanischem Handeln geworden, was innigstes Herzensbedürfnis sein sollte....
Und so kann auch ein solches Erfüllen der Pflichten nicht immer von gleichem Segen sein.... Die Herzen müssen zu Gott finden, eine innige Verbindung mit dem Schöpfer und Erlöser muß vorangehen, dann wird der Herr in aller Gnadenfülle die Erdenkinder bedenken, auf daß sie immer mehr zu Ihm finden und ohne ihren Heiland bald nicht mehr wandeln mögen auf Erden. Doch der erste Schritt muß selbst getan werden.... es weiß ein jeder, wenn er gesündigt hat.... Er muß nun auch, so wie er selbst zur Sünde gefunden hat, auch zur inneren Einkehr finden.... erkennt er die Sünde, so wird er sie auch verabscheuen lernen, und dann folgt die Reue und der Wunsch, von der Schuld befreit zu werden.... dann aber ist das Gebet um Vergebung aus dem Herzen kommend und wird auch so das Ohr Dessen erreichen, Der allein alle Schuld tilget durch Seine große Liebe....
Amen
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