0375 Sabiduría espiritual y sabiduría mundana

12 de abril de 1938: Libro 8

Un hombre sensato nunca deseará profundizar en las sabidurías insondables de Dios sólo para aumentar su saber, sino para buscar la unión con Él mediante esa sabiduría. Nunca se sentirá satisfecho por saber. Mucho más importante le será conocer la relación en la que se encuentra con el Creador de todos los milagros. Cuando tenga una idea correcta al respecto, la sabiduría le traerá la bendición. ¿De qué le servirá al final de sus días todo el saber de las cosas, si durante su vida terrenal no aprovechó su utilidad? De todos modos, el hombre siempre procura aumentar su saber pues nace con esta tendencia, un don que el Señor mismo le concede en la Tierra; si no fuera así, ¿de qué serviría la naturaleza, dentro y fuera del ser humano? El eterno Creador siempre le llama la atención. Y cuando en la criatura se despierta el afán de saber, es porque el Espíritu de Dios está activo en ella. Desde que existe la Tierra, todas estas características ponen de manifiesto la intervención de un poder divino.

La vida interior del hombre se desarrolla en una esfera totalmente separada del cuerpo. No hay voluntad o poder ajeno capaz de obligarle a nada, a no ser que él mismo los acepte voluntariamente. Siempre puede organizar su vida interior según su propio albedrío, próspera y valiosa, aunque también obstinadamente cerrada de modo que no entre ni la menor luz en ella. Si no admite la sabiduría espiritual y, por otro lado, se llena de sabiduría mundana, quedará atiborrado de ésta. Y, el día que tenga que abandonar la Tierra, será un ser totalmente inerte.

Un hombre que es sabio en el corazón, nunca se sobrecargará con sabiduría mundana, inútil para él, sino que fomentará su actividad espiritual. Así aumentarán las riquezas imperecederas de su alma. Toda la sabiduría que el Señor os transmite tiene un valor inconmensurable en lo que se refiere al ámbito de la Creación. Pero el día que las almas sean examinadas y recompensadas conforme a su verdadero valor, no se tendrán en cuenta los esfuerzos mundanos debidos a la erudición. Pues los sabios del mundo serán ignorantes y su empeño mundano no les proporcionará el menor mérito. Y aquellos que siempre aceptan de Dios la dádiva de la Sabiduría divina con gratitud, estarán por muy encima de ellos, porque tienen la bendición del Señor.

Amén.

Traducido por: Meinhard Füssel

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