0339 Actividad espiritual y su recompensa - Trabajo mundano y la suya

20 de marzo de 1938: Libro 8

Escucha, hija mía, habrá miles de hombres que intentarán tener una idea exacta del infinito y las leyes que lo rigen, aunque no lo conseguirán pese a que bastaría un solo instante para que conocieran cabalmente el gobierno y la actuación de Dios. Todos ellos podrían prepararse para la experiencia de la muerte por sí mismos si durante su vida se preocupasen sólo de su perfección. Después que el cuerpo humano se separa del alma y se queda atrás, esta descubrirá la gran obra milagrosa de Dios, envuelta en un mar de luz, y comprenderá en un instante todo lo que el hombre jamás pudo comprender en la Tierra. Desvivirse por alcanzar esta perfección es vuestra finalidad en ella. Si estáis preparados para dedicaros enteramente a lo espiritual, entonces podréis adquirir, todavía en vuestra andadura terrenal, una visión espiritual previa que, por su parte, fomentará vuestra actividad espiritual. Porque una vez que hayáis pasado esa esfera que parecía haberos atado con cadenas a la Tierra, a lo material, quedaréis aliviados y libres, y, en adelante, vuestra actividad será puramente espiritual. Pero aun así, el Señor os recuerda que no olvidéis vuestras obligaciones terrenales, siempre que os corresponda y dondequiera que se os necesite. Pues de la misma manera que en la Tierra tenéis que cumplir ante todo la tarea que os está asignada, también en el Más Allá os espera la actividad en el amor. Y un hombre ya acostumbrado a esta actividad viva en la Tierra, también se someterá fácilmente en el Más Allá a las obligaciones que el ámbito del amor le imponga. Mediante el trabajo en la Tierra ejercitáis vuestra fuerza y el Señor os asiste para que podáis cumplir vuestra tarea. Si en vuestras oraciones os dirigís a Él y le rogáis que os dé su Bendición, seguro que no os privará de ella. Mientras vuestra actividad espiritual mantenga vuestro corazón ocupado, y el alma se dirija con ansias hacia arriba, nunca temáis que os puedan fallar las fuerzas para cumplir vuestra tarea en la Tierra. La mayor recompensa en ella es la consciencia de haber cumplido la obligación terrenal; por la actividad de vuestro espíritu os espera, nada más dejarla atrás, la dulcísima recompensa del Cielo. ¡Luchad por ambas! La Tierra os desafiará mientras caminéis por ella, pero todo os resultará más fácil si no olvidáis el alma ni a vuestro Señor y Salvador que siempre está a vuestra disposición, dondequiera que solicitéis su ayuda. Y su Amor siempre os confortará.

Amén.

Traducido por: Meinhard Füssel

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