7086 Mediante la Resurrección de Jesús la muerte ha perdido su aguijón

7 de abril de 1958: Libro 75

Para cada ser humano la hora de su fin está predestinada. Y sin embargo, no la tiene que temer porque no se trata del propio final, sino el ser humano va a resucitar porque su alma sólo se deshace de su envoltura terrenal que en su vida terrenal era una atadura para él... Por eso ahora puede entrar en el Reino del Más Allá - en el supuesto de que su modo de vida en la Tierra haya correspondido a mi Voluntad porque entonces su alma ya ha logrado cierto grado de madurez.

De modo que no existe un fin, a pesar de que pueda haber una muerte, es decir, un estado inanimado del alma, la que aun así no ha perecido. Para esto Yo he muerto en la cruz y resucitado en el tercer día, para que el ser humano, es decir, su alma, pueda experimentar la resurrección... que pueda salir de la tumba y volver a entrar en el Reino que es su verdadera patria.

Que el alma no perece es una Ley incontrovertible, porque todo lo que surgió de Mí es y sigue siendo eternamente imperecedero. Y el alma es el ser espiritual que surgió de Mí, de modo que también perdurará aunque el cuerpo se muera. Pero que ahora después de su muerte corporal el alma pueda resucitar en Luz y esplendor, lo que sólo fue posible después de mi muerte en la cruz y de mi Resurrección, porque antes estaba todavía cargada con su pecado primario de su apostasía de Mí - en aquellos tiempos remotos... donde todavía hubo tinieblas y una oscuridad sepulcral de los que el alma no podía escapar... pues Jesucristo, el Redentor divino, aún no había hecho rodar la losa sepulcral...

O sea: Para aquellas almas aún no se había realizado expiación alguna, y su culpa del pecado no podía ser redimida sin prestación de expiación... Por eso también hubo tinieblas en las almas de los seres humanos, porque les faltaba toda fe en una resurrección después de la muerte... se encontraban rodeados de una noche sepulcral y la muerte les ha llegado a ser un horror.

Por eso, el tercer día, Yo resucité de los muertos para demostrar a los seres humanos que con la muerte del cuerpo la Vida no se acabó, sino que el alma resucita y sólo deja el cuerpo atrás porque este aún no está espiritualizado suficientemente para que, a la vez, lo pueda llevar al Reino espiritual - lo que a Mí me resultó fácil porque cuerpo y Alma se habían puesto el vestido espiritual, y el cuerpo ya no tenía que pasar por un proceso de maduración en esta Tierra.

Mediante mi Resurrección Yo quería quitar a los seres humanos los horrores ante la muerte... Yo quería demostrarles que, cuando les toca la hora inevitable y dejan el cuerpo humano atrás, sólo se trata de un cambio del paradero para el alma. Por eso Yo resucité de los muertos porque he vencido la muerte, es decir, a aquel que trajo la muerte al mundo.

De modo que ningún ser humano tiene todavía que temer la hora de la muerte, porque en realidad no es otra cosa que la entrada en la verdadera Vida que dura eternamente... La muerte ha perdido su aguijón... Pero hay algo que es imprescindible: el ser humano debe reconocer mi Obra de Redención y aceptar las Gracias que Yo conseguí para vosotros mediante mis Sufrimientos y mi muerte en la cruz... que el ser humano se deja redimir por Jesucristo, de modo que también su culpa del pecado original esté redimida antes, y que Jesucristo ahora puede hacer rodar la losa sepulcral para que el alma pueda salir de la oscuridad de la tumba y entrar en la Luz clara, para que ahora entre en la Vida eterna.

El que teme la hora de la muerte, todavía arrastra consigo aquella gran culpa, pues aún no ha encontrado la redención por medio de Jesucristo... aún no se ha liberado de las tinieblas que le envuelven. Todavía se encuentra en la tumba de su pecado, aunque su cuerpo todavía viva en la Tierra...

Porque si se ha entregado a mis Manos, si me ruega íntimamente de acordarme de Él cuando la hora ha llegado, entonces perderá todo miedo del fin del cuerpo... Este se dormirá bienaventuradamente en paz con su Dios y Padre. Sólo dejará su cuerpo en esta Tierra, pero el alma resucitará a la Luz sin sentir la oscuridad de la tumba, porque Jesucristo mismo la tomará de la mano y la llevará afuera de su envoltura corporal... la llevará por la Puerta de la Vida. Y ella será consciente de que también ella ha resucitado de los muertos, y que ahora vivirá eternamente...

Que el Hombre Jesús ha resucitado de los muertos, esto es una gran Verdad; y los que tienen fe en Él como Hijo de Dios y Redentor del mundo –como Emisario mío, en El que Yo mismo me he encarnado en la Tierra–, estos tampoco tendrán miedo de su propia hora de muerte. Porque Jesucristo les ha dado la Promesa que Él va a preceder para preparar morada para todos que tengan fe en Él... De modo que también estos resucitarán a la Vida eterna, y Él mismo los atraerá a Sí, tal como se lo ha prometido...

Amén.

Traducido por: Ion Chincea

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