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Legislador.... Orden divino....

La ley, que fue dada por el amor de Dios y que se basa en la sabiduría divina, también debe revelar amor y sabiduría. El Legislador debe querer lograr algo que sirve como una bendición a Sus obras de creación porque Él las ama; Debe haber reconocido en la más sabia cognición las deficiencias de estas creaciones y determinado el orden divino de tal manera que estas deficiencias sean corregidas tan pronto como la criatura observe este orden. Esto último se aplica en la fase en que la esencia se encarna como ser humano, porque en las fases anteriores la esencia en la creación no puede dejar de mantener este orden, ya que se encuentra en un estado de coerción, en un estado donde su voluntad está atada y el ser está controlado por la voluntad de Dios y por tanto tiene que cumplir la ley divina.

Pero en la última fase, la esencia es capaz de reconocer tanto el amor como la sabiduría de Dios; es capaz tanto de vivir en el orden divino como de violarlo. Pero también tiene la capacidad de reconocer intelectualmente tanto el amor como la sabiduría de Dios, por lo que le puede resultar fácil permanecer en el orden divino. Pero si no usa los dones del entendimiento ignorando la regla y el obra de Dios, entonces ni el amor divino ni la sabiduría divina le serán evidentes, y entonces no hará ningún esfuerzo por cumplir las leyes, como le fue asignada como tarea durante su vida en la tierra.

Entonces viola eso y, comprensiblemente, no puede alcanzar el objetivo de volverse perfecto y ser considerado de Dios con la felicidad eterna. Porque el amor y la sabiduría de Dios verdaderamente eligen los medios correctos.... y estas son las creaciones que se basan en las leyes divinas. Cada adaptación a este orden divino por parte del hombre debe perfeccionarlo, mientras que una violación del mismo significa inevitablemente una regresión o un estancamiento espiritual, según la naturaleza de esta violación. Porque entonces el hombre ofende el amor y no respeta la sabiduría de Dios, y para la esencia esto significa una rebelión renovada contra Dios en la fase del libre albedrío, que le fue dada para unificarse finalmente a la Deidad eterna.

Por lo tanto, cada palabra, cada pensamiento y cada acción debe adaptarse al orden divino, lo que significa también que tienen su origen en el amor y reconocen siempre la sabiduría de Dios, de lo contrario serían contrarios al orden divino. Toda la vida terrenal debe desarrollarse de acuerdo al orden divino, luego al final de la vida terrenal el ser reconocerá claramente tanto el amor sobremanera grande de Dios como Su sabiduría insuperable, que quiso ayudarlo a alcanzar glorias desconocidas y por eso le dio una ley eterna, cuyo cumplimiento le trae estas glorias. Esta ley es fácilmente de cumplir por los seres encarnados como seres humanos, si se forman para amar, entonces no sentirán nada como compulsión, sino sólo un camino predeterminado hacia la felicidad.

Por otra parte, la persona sin amor percibirá toda exigencia de Dios como opresiva y restrictiva de su libertad y eludirá el cumplimiento de esas leyes, se sentirá impulsada a violar el orden divino, no verá en ello amor ni sabiduría y constantemente se opone, por eso nunca podrá lograr el objetivo final, porque Dios no abandona Sus exigencias, que sólo se extienden hasta la última fase de la encarnación, mientras que en las fases anteriores no se puede hablar de exigencias, sino que la voluntad de Dios y Su legislación dominan a todas las criaturas, por la que la esencia no puede de otra manera que vivir según este orden divino, y así cumple la ley divina en el estado de coerción.

Y en estas fases anteriores nada creado se rebelará contra el orden divino, porque previamente ha expresado su voluntad antes de convertirse en la respectiva encarnación. Pero como ser humano su voluntad vuelve a ser liberada, y la fuerza opuesta a Dios busca conquistarlo nuevamente. De modo que la fuerza opositora de Dios presenta ek orden divino al hombre como una limitación de la cual debe tratar de escapar. Pero Dios le dio el entendimiento a través del cual el hombre puede observar el amor y la sabiduría de Dios y así ganar fe en Dios.

Pero la fe también le da la fuerza para vivir en el orden divino, le da la fuerza para que él mismo esté activo en el amor y ya no ve la ley como una compulsión, sino como un medio utilizado en el amor y la sabiduría para alcanzar la felicidad eterna, y ahora se le resultará fácil cumplir esta ley. Y es por eso que las personas tienen que responder por sí mismas si escuchan las ideas del oponente, porque pueden usar su entendimiento y no usa este don, de lo contrario tendría que reconocer la falta de fundamento y el error de estas ideas. Pero la voluntad del hombre es libre, y ni el amor ni la sabiduría de Dios obligan a reconocer si la voluntad no se inclina hacia Él....

amén

Traductor
Traducido por: Hans-Dieter Heise

Gesetzgeber.... Göttliche Ordnung....

Das Gesetz, das die Liebe Gottes gegeben hat und dem die göttliche Weisheit zugrunde gelegt ist, muß auch Liebe und Weisheit erkennen lassen. Es muß der Gesetzgeber etwas erreichen wollen, das Seinen Schöpfungswerken zum Segen gereicht, weil Er sie liebt; Er muß in weisester Erkenntnis der Mängel dieser Schöpfungen die göttliche Ordnung so bestimmt haben, daß diese Mängel behoben werden, sowie das Geschöpf diese Ordnung beachtet. Es gilt letzteres für das Stadium, da das Wesenhafte sich als Mensch verkörpert, weil in den Vorstadien das Wesenhafte in der Schöpfung nicht anders kann, als diese Ordnung aufrechtzuerhalten, da es sich im Mußzustand befindet, in einem Zustand, wo sein Wille gebunden ist und das Wesen gelenkt wird vom Willen Gottes, also das göttliche Gesetz erfüllen muß. Im letzten Stadium aber ist das Wesenhafte fähig, sowohl die Liebe als auch die Weisheit Gottes zu erkennen, es ist fähig, sowohl in der göttlichen Ordnung zu leben als auch dagegen zu verstoßen. Es besitzt aber auch die Fähigkeit, verstandesmäßig sowohl die Liebe als auch die Weisheit Gottes zu erkennen, weshalb es ihm leichtfallen kann, in der göttlichen Ordnung zu verbleiben. Nützt es aber die Gaben des Verstandes nicht, indem es das Walten und Wirken Gottes unbeachtet läßt, dann wird ihm weder die göttliche Liebe noch die göttliche Weisheit ersichtlich, und dann bemüht es sich auch nicht, die Gesetze zu erfüllen, wie es ihm während seines Erdenwandels als Aufgabe gesetzt ist. Dann verstößt es gegen jenes und kann verständlicherweise nicht das Ziel erreichen, vollkommen zu werden und von Gott mit der ewigen Seligkeit bedacht zu werden. Denn die Liebe und die Weisheit Gottes wählet wahrlich das rechte Mittel.... und sind dies die Schöpfungen, denen die göttlichen Gesetze zugrunde liegen. Jedes Anpassen dieser göttlichen Ordnung von seiten des Menschen muß diesen vervollkommnen, während ein Verstoß gegen sie unweigerlich einen geistigen Rückschritt oder Stillstand bedeutet je nach der Weise dieses Verstoßes. Denn es vergeht sich dann der Mensch gegen die Liebe, und er achtet die Weisheit Gottes nicht, und für das Wesenhafte bedeutet dies ein erneutes Auflehnen gegen Gott im Stadium des freien Willens, das ihm gegeben wurde, um sich der ewigen Gottheit endgültig anzuschließen. Jedes Wort, jeder Gedanke und jede Handlung muß daher der göttlichen Ordnung angepaßt sein, was soviel heißt, als daß sie gleichfalls in der Liebe ihren Ursprung haben und stets die Weisheit Gottes anerkennen, ansonsten sie der göttlichen Ordnung zuwidergerichtet wären. Es muß sich das ganze Erdenleben abwickeln der göttlichen Ordnung gemäß, dann wird das Wesenhafte am Ende des Erdenlebens sowohl die übergroße Liebe Gottes wie auch Seine unübertreffliche Weisheit klar erkennen, die ihm zu ungekannten Herrlichkeiten verhelfen wollte und darum ein ewiges Gesetz gab, dessen Erfüllung ihm jene Herrlichkeiten einträgt. Dieses Gesetz ist leicht zu erfüllen von den als Mensch verkörperten Wesenheiten, so dieser sich selbst zur Liebe gestaltet, dann empfindet er nichts als Zwang, sondern nur als vorgezeichneten Weg zur Seligkeit. Dagegen wird der lieblose Mensch jede Forderung Gottes als ihn bedrückend und in seiner Freiheit beschränkend empfinden und sich dem Erfüllen jener Gesetze entziehen, er wird sich angetrieben fühlen, gegen die göttliche Ordnung zu verstoßen, er wird weder Weisheit noch Liebe darin sehen und sich ständig dagegen auflehnen, weshalb er das letzte Ziel auch nimmermehr erreichen kann, denn Gott geht von Seinen Forderungen nicht ab, die sich zwar nur auf das letzte Stadium der Verkörperung erstrecken, während in den Vorstadien nicht von Forderungen gesprochen werden kann, sondern der Wille Gottes, Seine Gesetzgebung, alle Geschöpfe beherrscht, also das Wesenhafte nicht anders kann, als dieser göttlichen Ordnung gemäß zu leben, und somit das göttliche Gesetz im Mußzustand erfüllt. Und es wird in diesen Vorstadien sich nichts Geschöpfliches auflehnen gegen die göttliche Ordnung, denn es hat zuvor seinen Willen bekundet, ehe ihm die jeweilige Verkörperung wurde. Als Mensch aber ist seinem Willen erneut Freiheit gegeben, und die Gegenkraft Gottes sucht ihn wieder für sich zu gewinnen. Also stellt die Gegenkraft Gottes dem Menschen die göttliche Ordnung als Zwang hin, dem er entfliehen zu suchen soll. Gott aber hat ihm den Verstand gegeben, durch den der Mensch die Liebe und Weisheit Gottes beachten und dadurch den Glauben an Gott gewinnen kann. Der Glaube aber trägt ihm auch die Kraft ein, in der göttlichen Ordnung zu leben, er trägt ihm die Kraft ein, selbst liebetätig zu sein und das Gesetz nicht mehr als Zwang, sondern als ein in Liebe und Weisheit angewandtes Mittel zur Gewinnung der ewigen Seligkeit anzusehen, und es wird ihm nun leicht sein, dieses Gesetz zu erfüllen. Und darum muß sich der Mensch auch verantworten, so er den Vorstellungen des Gegners Gehör schenkt, weil er seinen Verstand gebrauchen kann und er diese Gabe nicht nützet, ansonsten er die Haltlosigkeit, das Irrige jener Vorstellungen erkennen müßte. Doch der Wille des Menschen ist frei, und weder die Liebe noch die Weisheit Gottes zwingt die Menschen zum Erkennen, wenn der Wille Ihm nicht geneigt ist....

Amen

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This is an original publication by Bertha Dudde