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8528 Explicación y significado de la Obra de Redención

14 de junio de 1963: Libro 90

Si la Obra de Redención de Jesucristo se os explica una y otra vez, sucede porque solamente son pocos los que pueden comprender el profundo significado de Ella, y por eso hay que repetir siempre de nuevo que la vida terrenal no ha cumplido su propósito si el hombre no toma posición ante Jesucristo y Su Obra de Redención. Porque solo de esto depende su redención de la gran deuda primordial que él mismo nunca puede pagar, aun si regresara a la Tierra siempre de nuevo.

Esa culpa original consistía en el abandono voluntario de Mí, en el rechazo de Mi Fuerza de Amor, en la arrogancia de los seres que se creían fuertes incluso sin recibir Mi Fuerza. Y el pecado era tan grande porque los seres estaban irradiados de Luz, es decir, en la más clara comprensión. Se rebelaron conscientemente contra Mí, a Quien no veían, pero a Quien reconocían como su Dios y Creador, y siguieron al ser que podían ver, el primero en salir de Mí y también el primero en alejarse de Mí y rechazarMe a Mí y a Mi Amor.

Toda la apostasía de los seres fue una ofensa contra Mí tan grave que nunca más Me hubieran podido ofrecer expiación suficiente por esta culpa y nunca lo habrían hecho por sí mismos, sino que se enfrentaron a Mí con hostilidad y se alejaron constantemente de Mí. Rechazaban mi Fuerza de Amor, que a partir de este momento ya no podía actuar porque se encontraba con resistencia. Y así estos seres perdieron su vida, porque la Fuerza Vital, el Amor, ya no fluía por ellos.

Se endurecieron en sí mismos, la fuerza que una vez fue emitida como ser estaba sin vida, ya no actuaba, y todo lo que alguna vez fue creado como ser vivo estaba muerto. Que esta Fuerza, una vez emitida por mí, después fue transformada en la Creación se os ha explicado una y otra vez, y también el paso de los seres caídos a través de esta Creación hasta el hombre. Ahora el ser otra vez es consciente de sí mismo y ya ha alcanzado un cierto grado de madurez, pero todavía está cargado con la gran culpa primaria, por la cual él mismo nunca puede hacer expiación, ni en la vida terrenal ni en el Reino del más allá.

Pero un día debe volver otra vez, y esto solo puede hacerse mediante la expiación de la culpa original, que fue realizada por un sacrificio de un tipo incomparable por un Hombre que se ofreció a Mí Mismo como Sacrificio de Expiación, Que entregó su vida bajo terribles tormentos por amor a los demás, cuya condición fatal reconoció y Que quiso ayudarlos a volver a Mí para poder entrar otra vez en el Reino de la Luz y de la Felicidad.

El gran pecado de la caída de Mí solo podía ser borrado por el amor, pero ningún hombre tenía amor, porque el ser había rechazado toda Radiación de Amor. Solo un ser podía realizar esta expiación que era irradiado de Amor él mismo, que estaba íntimamente unido a Mí como el Amor Eterno. Pero un hombre ya no era capaz de amar hasta el punto de que hubiera podido hacer tal sacrificio de devoción a causa de su antigua salida del Orden eterno.

Y así se ofreció un ser de luz, un espíritu original, que permaneció fiel a Mí en aquella apostasía de los espíritus y que, por lo tanto, estaba todavía lleno de amor para hacerme este sacrificio, porque solamente podía aceptar como expiación un tal sacrificio de amor, porque la culpabilidad primordial consistía en el rechazo de Mí amor. Y el alma de la luz que se encarnó en el Hombre Jesús, hizo un sacrificio único; Jesús dio su vida en la cruz para adquirir otra vez para los hombres, aquellos seres una vez caídos, la salvación, la vida. Murió en la cruz y sufrió indeciblemente por toda la humanidad.

Y Me he conformado con este sacrificio que ha traído el Amor. Porque el Amor es mi Esencia original, y así Yo Mismo estaba en el Hombre Jesús, Yo Mismo expié la gran culpa. Y vosotros, los hombres, debéis reconocer también en la vida terrenal este sacrificio de Jesús; debéis reconocerMe a Mí Mismo reconociéndolo y confesarme de tal manera que habéis pecado contra Mí, sintiéndoos ahora de nuevo como Mis criaturas, dándome nuevamente vuestro amor, conociéndome a Mí Mismo en Jesús y pidiéndome perdón por vuestra gran culpa.

Debéis querer liberaros conscientemente de vuestra culpa e dirigiros a Aquel que ha prestado la expiación por vosotros. No podéis pasar por delante de Jesucristo, sino no seréis eternamente libres de vuestra culpa. Considerad que todo lo que veis a vuestro alrededor, el universo entero con todas las creaciones, solamente ha surgido como consecuencia de vuestra antigua caída en el pecado, considerad el efecto que ha tenido esta apostasía de Mí y que ahora Uno ha venido a la tierra Quien ha tomado vuestra gran culpa sobre Sí mismo y con ella ha tomado el camino hacia la cruz, para que la Obra del Retorno desde lo profundo hacia lo alto pudiera ser terminada también con el último éxito, para que el ser pueda volver puro y sin culpa ante el rostro del Padre.

Y entonces también reconoceréis el gran significado de la Obra de Redención de Jesús y sabréis que este es vuestro verdadero propósito en la vida terrenal, entrar en contacto con Él, con el Divino Redentor Jesucristo, y ser guiados por Él hacia el buen camino que lleva a la Casa del Padre. Pensad que de ninguna manera podréis vosotros mismos saldar la culpa primordial, que debéis aceptar la ayuda de Aquel que solo estaba lleno de amor y que no se cerró al mismo Amor divino, Mi Radiación eterna, Quien se transformó en recipiente de Mi Amor y Me preparó morada para que pudiera poseerlo plenamente.

Considerad que el Amor Eterno Mismo ha pagado por vosotros la deuda del pecado, y aceptad esta Obra de Misericordia si queréis ser salvos y volver al Padre, del cual una vez partisteis como supremamente perfectos. Y no paséis por delante de Jesucristo, porque sin Él no podéis ser salvos.

Amén

Traducido por Diemo Landgraf