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8325 Los servidores verdaderos de Dios - Palabra sobre la institución - El obrar del Espíritu

10 de noviembre de 1962: Libro 88

Vosotros, los que creéis en Mí y en Mi obrar del Espíritu en vosotros, recibís de Mí un saber fuera de lo común. Y ese saber os obliga a participárselo a vuestros semenjantes, pues no lo recibís para sólo vosotros mismos, sino que sois como mediadores activos entre Mí y los hombers, a quienes Yo no puedo hablar, pero los que necesitan urgentemente un saber verídico conforme a la Verdad, para que puedan cumplir su tarea terrenal.

Su voluntad tiene que estar incitada, a que se aproximen nuevamente a su Dios y Creador, y por eso tienen que ser esclarecidos y sacados del error sobre Mi Mismo, y su relación con su Dios y Creador. Ellos tienen que enterarse de cual es Mi Voluntad y su tarea en la tierra. Entonces primero pueden perdírseles cuentas de como han aprovechado su vida terrenal.

Tienen que enterarse también sobre el proceso de regreso, en el cual ellos mismos se encuentran y cuales son las causas que sirven de base. Pues todo ese conocimiento puede contribuir a que ellos mismos reflexionen sobre sí y que el carácter dirigido sólo a lo mundano hasta ahora, sea ahora dirigido a lo espiritual y a su peregrinación sobre esta tierra y así no sea sin éxito, sino que tenga lugar el regreso a Mí y alcancen de ese modo a llegar a la Bienaventuranza, como era en un principio de su destino. Para vosotros es esta misión de la divulgación de este conocimiento que se os dírige de lo alto, la actividad más importante cuya ejecución lleva en sí una bendición sumamente grande. Yo Mismo apoyaré toda clase de trabajo que asumís para Mí, pues el éxito puede ser la salvación de innumerables almas que vuelvo a ganar para Mí, las que tiene que devolverme el enemigo, si ellas mismas lo quieren. Y estas almas han terminado entonces una marcha de evolución que duró ya tiempos infinitos, pero que también puede prolongarse por tiempos infinitos nuevamente, si el hombre fracasa en la tierra. A vosotros, Mis mensajeros de luz, os introduzco en un saber tan voluminoso, que en verdad podéis llevar mucha luz en las tinieblas espirituales. Y los hombres sólo necesitarían abrir el corazón y los ojos, para participar en un tesoro inmenso de Gracias, el cual vosotros podéis levantar, porque queréis servirme a Mí.

Vosotros sólo debéis repartir el Pan del Cielo, el Agua de la Vida, que es un vino verdadero para vuestra alma con toda su fuerza confortadora, entonces sois vosotros Mis verdaderos discípulos, a los que les otorgo esta misión igualmente como a Mis primeros discípulos, cuando tomé con ellos la Última Cena. Yo les repartí, si bien, alimento corporal, sin embargo, ellos sabían, que con Mi encargo me refería a la repartición de alimento espiritual, ellos sabían, que con esas Palabras Yo los nombraba en su misión de divulgación, de que llevaran Mi Evangelio en todo el mundo, de que alimentaran las almas de los hombres con Mi Palabra la cual habían recibido ellos mismos de Mí y que por el obrar de Mi Espíritu en ellos recibían constantemente.

De este modo nombré a estos discípulos y les dí la misión de que fueran al mundo. Era necesario, para semejante misión que recibieran de Mí Mismo primeramente el Pan del Cielo, el Agua de la Vida, pues ellos debían transmitir dádivas divinas, no bienes espirituales humanos, los que al alma no les sirven de provecho o de salvación. Y mientras aquellos promulgadores de Mi Palabra, es decír, los sucesores de ellos, estaban aptos para enseñar por el obrar de Mi Espíritu en ellos, tanto tiempo eran estos instructores Mis encargados, Mis discípulos, los que de Mí recibían el verdadero Evangelio. Y cada uno que Yo constituía en el ofício de anunciador era sucesor de Mis primeros discípulos, y también cada uno puede considerarse como Mí discípulo, en el que obra Mi Espíritu en la forma, de que está introducido desde dentro en un extenso saber, el cual no puede ser adquirido intelectualmente.

Y los conocimientos espirituales que se han tomado tradicionalmente en posesión, también entonces tiene que poder obrar el Espíritu de Mí anteriormente en el anunciador, para que ese ideario espiritual pueda ser bien comprendido y transmitido, para que él obre benéficamente en aquellos que son enseñados. Y sólo un divulgador de Mis Palabras despertado espiritualmente es un verdadero sucesor de Mis discípulos; mas no lo son, esos predicadores, que profesiónalmente se han decidido a ello y creen que pueden adquirir por el estudio un saber, con el que ellos entonces quieren trabajar en Mi Viña. Estos obreros no son idóneos, aptos, pues tienen que esperar de Mi Mismo el nombramiento, antes de eso no pueden ejecutar buen trabajo en la Viña, porque Yo Mismo mediante Mi Espíritu quiero obrar en aquellos que están activos para Mí y Mi Reino.

Y este nombramiento tampoco puede suceder puede por parte de los semejantes, por parte de un hombre, quien por otro lado él mismo también, ha tomado un puesto en posesión sin llamamiento interior, y que ése mismo de nuevo, ha sido hecho por los hombres en un servidor de Dios.” Este puesto de predicador está tan lleno de responsabilidad que en verdad, para ello tiene que ser existente la aptitud y jamás la voluntad humana o actos humanos tradicionales son suficientes, para adjudicar semejante puesto. Yo Mismo descendí a la tierra para traer a los hombres Mi Palabra, el conocimiento que corresponde a la Verdad, darles la Luz clara y trasladar a los hombres de nuevo en el estado del conocimiento, el cual era parte suya antes de su apostasía de Dios. Yo Mismo les traje esa Palabra y me elegí los recipientes aptos, puesto que Yo sólo podía permanecer en la tierra de forma limitada, que Yo Mismo llené con la corriente de Mi Espíritu, que Yo Mismo los instruí, y puesto que llevaban una vida en el amor, Yo también les prometí el obrar de Mi Espíritu en la ejecución de Mi encargo o misión. Y vosotros hombres sabéis, que la Verdad más pura de Mí, puede ser desfigurada a causa de la libre voluntad del hombre, si ya no exísten, las condiciones previas, o las que permiten el obrar de Mi Espíritu. ¿Creéis ahora, pues, que todos esos hombres, que se hacen pasar por "Mis Representantes en la tierra", como los sucesores de Mis primeros discípulos, pudieran mostrar las condiciones previas que permitieran el obrar de Mi Espíritu en ellos? Y con eso ya no estaba más garantizada la Verdad pura, pues un hombre, que a sí mismo no se ha preparado en un receptor sensible de Mi Espíritu, a ese le podrá influenciar fácilmente Mi adversario, a quien sólo le importa y trata siempre de minar la pura Verdad que sale de Mí.

Y por eso pudieron imponerse y prevalecer herejías trás herejías, sin que pudieran ser reconocidas por ellos como tales. Pues donde aún no puede obrar Mi Espíritu, allí están aún las tinieblas, pues es Mi Espíritu el que enciende primero la luz en el hombre, pues la chispa de Mi Espíritu es Amor, y el amor es luz y fuerza. Si se une ahora la chispa de amor divino en el hombre con el Espíritu del Padre eterno, tiene que irradiar así una clara luz, en la que no puede resistir ningún error más, porque está descubierto y será refutado con la Verdad de Mí Mismo y por Mí Mismo, quien Yo sólo favorezco siempre sólo la pura Verdad y esta quiero Yo hacerosla accesible a vosotros hombres.

Comprendedlo, que esto ha sido el verdadero sentido de Mi Última Cena con Mis discípulos, que por eso ellos recibieron de Mí la misión de llevar a los hombres la Verdad más pura y de que al mismo tiempo hicieran mención de Mi Obra redentora y de Mi encarnación en Jesús, por lo cual Yo dije: "Haced esto en memoria Mía". Pues sólo a través de la anunciación de Mi puro Evangelio podía ser llevado a los hombres también un saber sobre Mi Obra redentora. Y puesto que este saber es sumamente importante, lo mencioné Yo con esas Palabras, pues todos los hombres deben acordarse de Mí, si quieren ser bienaventurados. Pero mientras esa "colocación" Palabra dada de introdución a una misión: "Haced esto en memoria Mía..." de institución o nombramiento, sea erróneamente comprendida y a ella vaya unido un acto absurdo por completo hay aún una profunda obscuridad entre los hombres. Y por eso les doy también de nuevo a Mis discípulos últimos la misión de que lleven en el mundo la pura Verdad, Mi Palabra, que Yo les dirijo a ellos a través de Mi Espíritu, "El que obra en vosotros, los que creéis".

Amén

Traducido por Pilar Coors