Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/6942
6942 Investigaciones científicas con o sin Dios.... I.
12 de octubre de 1957: Libro 74
Primero, establecad el orden en vosotros mismos y entonces también experimentaréis una maravillosa solución a todos vuestras demás problemas. Entonces el orden divino y la legalidad se os revelarán; no necesitaréis investigar, sino que tengáis una visión clara y brillante de todo, ya sean obras de la creación o leyes naturales que os den causa a las investigaciones o experimentos de cualquier clase. Solo el orden interior garantiza un pensamiento correcto, una comprensión correcta y resultados veraces de vuestro pensamiento intelectual. Si este orden interior aún no está establecido, podéis experimentar tanto como queráis, pero estaréis calculando mal, y los cálculos erróneos conducen a fracasos.
Que se os diga esto, que vosotros, como seres humanos, no podéis investigar las leyes de la naturaleza mientras permanezcáis afuera de la ley del orden eterno.... pues mientras esto sea así, estáis obrando en comunión con el adversario de Dios, quien nunca está interesado en traeros luz, sino en confundir constantemente vuestro pensamiento. Su objetivo consiste en distraer a los seres humanos de su verdadera tarea terrenal. Su objetivo también consiste en revelarles los problemas de la creación desde una perspectiva diferente, para destruir la fe en un solo Dios y Creador.
Y todos aquellos que intentan explorar los secretos de la creación, y que no están firme e íntimamente conectados con Dios, solo pueden sacar conclusiones erróneas porque están bajo la influencia de su adversario a través de su propia incredulidad. Por otro lado, sin embargo, el poder del adversario no supera el poder de Dios.... Pero todo demuestra la proximidad del fin de esta Tierra, pues los seres humanos no solo buscan dominar la Tierra, sino también hacer que el universo esté subordinado a sus necesidades, y del universo, por lo tanto, también llegará la respuesta.
Vosotros, los humanos, vais a experimentar mucho todavía, porque todas las fuerzas del infierno están obrando en este último tiempo, y lo que consideráis imposible se volverá posible a través de su influencia. Pero nada os traerá bendición, porque no es el Espíritu de Dios, sino el espíritu del adversario el que inspira a los seres humanos a realizar experimentos para demostrar su poder y fuerza. De ninguna manera se fomentará el desarrollo espiritual, no se restaurará el orden divino, trastornado por una humanidad que vive desprovista de todo amor.
La humanidad no busca la paz en absoluto; el odio y el afán de poder determinan por sí solos las acciones humanas, y todos buscan superarse mutuamente, pero nunca a través de obras de amor, sino siempre a través de la demostración del amor y el conocimiento. Y todo pensamiento, todo esfuerzo, se dirige únicamente a objetivos terrenales. Y así, los seres humanos viven afuera del orden divino y, por lo tanto, jamás podrán lograr ni realizar nada que esté de acuerdo con el orden divino. Sino que sobreestiman su propia fuerza.
Aunque Dios permite que Su adversario se exprese de una manera que parece negar Su principio creativo, hay límites para él y sus acciones y también los tienen las personas que están bajo su influencia. Y las creaciones humanas no son permanentes, pues su esencia original no es la fuerza del amor que emana de Dios, sino la fuerza acumulada y mal dirigida por el adversario de Dios a través de la voluntad de los seres humanos, o incluso fuerzas naturales mal utilizadas que.... si se aplican correctamente.... podrían ser una bendición para los seres humanos.
Pero nunca se puede hablar de una aplicación correcta donde no se observa el orden divino.... donde el desarrollo espiritual se ve perjudicado, donde no se reconoce la obra y el gobierno de Dios, donde el adversario de Dios está claramente en acción y los seres humanos son sus siervos voluntarios. Porque el esfuerzo divino – espiritual no puede ocultarse; se hace evidente, así como se reconocen las acciones del espíritu contrario....
amén
Traducido por Hans-Dieter Heise