Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/6565

6565 “El que cree en Mí”....

7 de junio de 1956: Libro 70

Siempre podéis confiar en Mi Palabra.... Y Mi Palabra siempre os enseñará lo mismo: que el amor es lo primero, que el mandamiento de amor es el más grande y noble mandamiento, porque el cumplimiento de este mandamiento es ineludible si deseáis entrar en la dicha eterna. Y el amor siempre se expresa de alguna manera, porque el amor es una fuerza que obra.... lo que significa que se expresa a través de obras, o también: una obra de amor siempre será reconocible donde el amor de un ser humano se ha encendido, donde se cumplen Mis divinos mandamientos....

La forma en que se manifieste esta obra es irrelevante, pues no siempre tienen que ser obras visibles; otros cuidados, ya sean espirituales o terrenales, también pueden considerarse como obras de amor.... siempre que el amor verdadero y desinteresado sea la base de esta obra. Porque también pueden realizarse obras igualmente buenas, que bien pueden beneficiar al prójimo, pero que carecen de la motivación del amor.... Estas obras están muertas y nunca podrán vivificar el alma, así como, a la inversa, el amor no tiene por qué ser visible y, sin embargo, puede determinar los pensamientos y las acciones de un ser humano....

El amor, entonces es de máxima prioridad.... y es este amor el que hace que la fe cobre vida.... Por lo tanto, nadie puede afirmar tener una fe firme si no vive en el amor. Sin amor, nadie Me reconocerá en Jesucristo, aunque no objete estas enseñanzas y, por lo tanto, quiera expresar su fe en ellas hacia fuera.... No puede poseer esta fe sin amor.... Por lo tanto, nadie que haya descuidado actuar con amor podrá apelar a su fe para salvarse, porque es incapaz de una fe viva, porque solo expresa su fe intelectualmente para participar de las bendiciones conocidas de la fe.... porque Mis Palabras fueron: “El que cree en Mí tendrá vida eterna”....

Sin amor, la fe está muerta. El ser humano quizás esté intelectualmente convencido de la vida del hombre Jesús en la Tierra, de Su muerte en la cruz y de su Obra redentora.... Pero le falta convicción interior, y jamás podrá reconocerme en el hombre Jesús y, por lo tanto, reconocer con confianza a Jesucristo como Aquel con Quien he llegado a ser Uno a través del amor. Porque él mismo carece de amor, carece de todo conocimiento; Mi Espíritu no puede iluminarlo ni a él ni a su pensamiento.... Y lo que dice es sólo el producto de su intelecto, un conocimiento muerto y sin vida....

La fe sin amor no es la fe de la que he hablado, que os traerá vida eterna.... Pero todos podéis encender el amor en vuestro interior porque he puesto la chispa del amor en vosotros.... y eso es la gracia.... Así, seréis “bendecidos por Mi gracia”.... pues sin este don especial de gracia, seríais completamente impotentes y jamás podríais alcanzar la vida.... Que podáis encarnar como seres humanos en esta Tierra es igualmente una gracia, un regalo Mío, que no es vuestro mérito, porque vuestra voluntad estaba y sigue estando dirigida al comenzar vuestra vida terrenal.... Pero todos tenéis el mismo derecho a alcanzar la vida; sólo necesitáis aprovechar el don de la gracia correctamente; sólo necesitáis orientar correctamente vuestra voluntad, que es completamente libre....

Por lo tanto, nunca seréis determinados ni elegidos por Mí para la salvación, sino que solo vosotros elegís vuestro destino de salvación o condenación.... y siempre sólo a través de cómo utilizáis Mi don de gracia, de cómo os comportáis con la chispa de amor que lleváis dentro de vosotros.... Pues tenéis que encender esta chispa en vuestro interior para poder entrar en la vida eterna después de vuestra muerte física. Todo surge del amor: la comprensión más clara y, por lo tanto, una fe viva, que inevitablemente también tiene como consecuencia la Redención y la unificación íntima Conmigo.... El amor nunca permanece inactivo; siempre se expresa en obras, ya sean espirituales o terrenales, porque es una fuerza que permanece en constante actividad....

amén

Traducido por Hans-Dieter Heise