Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/6010

6010 La Iglesia de Cristo (III)

28 de julio de 1954: Libro 65

La Comunidad de Jesucristo consta de todos los fieles que ven en Jesucristo a su Salvador, que creen en El como el Hijo de Dios, quien descendió a la tierra para ofrecerse como Hombre en sacrificio de expiación por la humanidad entera, y que por eso quiera seguirle. Bajo la "Iglesia de Cristo", que El Mismo fundó en la tierra, se entiende a todos los creyentes profundos, todos los que anhelan seriamente según esto, de ser cristianos de hecho, todos los que no son sólamente cristanos por forma o formalistas; todos los que están en la fe viva, y que conscientes se ponen bajo la Cruz de Cristo.

Jesucristo tiene que ser reconocido por los miembros de Su Iglesia, y que de ese reconocimiento resulte también la obligación de vivir según Su Doctrina, así que por lo tanto, llevar una conducta de vida como El Mismo la ha vivido a los hombres. Con este fín ha invitado mediante Su Llamada: "Sigueme", y quien obedece y Le reconoce, ese pertenece también a Su Comunidad, que es calificada como de "la Iglesia de Cristo."

Esta es la Iglesia invisible, la que, sin embargo, puede estar representada en cada religión, y que está también representada, porque en todas partes hay hombres que con entrañable amor creen en Jesucristo, y que se deshacen también por sus semejantes, a los que se pueden llamar verdaderos cristianos, porque con su conducta demuestran su afiliación a El, quien con su muerte en la Cruz coronó Su Obra de Amor en la tierra.

Esa Comunidad existe, por tanto, en todas partes, donde viven cristianos auténticos, pues todos ellos pertenecen a la Iglesia de Cristo, y cuando se reunan dos o tres cristianos así en Su Nombre, allí está El en medio de ellos y los realiza con Su Espíritu. Por lo cual serán justos los pensamientos y las palabras de dichos hombres y están más altas avaloradas que la palabra de un predicador, que todavía no es ningún representante vivo de la Doctrina divina, cuyas palabran no delatan aún la vida intrínseca del Espíritu, el cual es el distintivo de los miembros de la Iglesia de Cristo.

Y este Espíritu se expresará siempre en la forma, de que predica e interpreta la Palabra de Dios sencilla y claramente con lucidez, lo que puede suceder del mismo modo también en círculos pequeños de la forma más natural, incluso en conversaciones sencillas, donde estén juntos, miembros de la Iglesia de Cristo.

Pues ninguna cosa exterior confirma la calidad de miembro, sino únicamente el espíritu de amor de cada uno de ellos que se siente impulsado a Jesucristo con la fe más viva en El, como Hijo de Dios y Salvador del mundo, en cuya envoltura humana se encarnó y personificó el Mismo Dios, para redimir a los hombres del pecado y de la muerte.

Amén

Traducido por Pilar Coors