Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/5871
5871 Obra de transformación.... Capacidad de pensar.... Fe en seguir viviendo....
7 de febrero de 1954: Libro 64
Yo os creé no solo para este mundo, sino para la eternidad. Vuestra vida en la Tierra como ser humano es sólo una pequeña fase en vuestra existencia; es una de las infinitas etapas que tenéis que atravesar antes de que, como seres espirituales benditos, podáis vivir una vida eterna. Yo no podéis perecer, por muy imperfectamente que os hayáis formados por vuestra propia voluntad. Vuestro objetivo, sin embargo, es la perfección, y para lograr el objetivo, tenéis que atravesar las innumerables etapas de vuestro desarrollo. Una de ellas es la vida terrenal como ser humano.
Si vosotros, los humanos, ahora sólo creéis que vuestra existencia sólo dura desde el nacimiento hasta la muerte, entonces vuestra creencia es señal de deficiencias aún mayores, pues carecéis de toda cognición, la cual, sin embargo, se adquiere con la madurez. Como seres humanos, sois capaces de razonar y, por lo tanto, podéis llegar a la cognición, lo que, sin embargo, presupone un estilo de vida adecuado, que vosotros mismos determináis a través de vuestro libre albedrío. Por lo tanto, como seres humanos, tenéis la posibilidad de transformar vuestro estado aún deficiente al nacer en un estado de perfección. Tenéis la posibilidad al respecto y también la capacidad de hacerlo, porque os he dotado de dones y también bendecido con gracias para que podáis lograr vuestro objetivo....
Si ahora aprovecháis las posibilidades, incluso sin ser consciente del éxito, pronto cobrará vida en vosotros la creencia de que el tiempo en la Tierra es sólo una transición.... Ya no creeréis que vuestra vida termina con la muerte física, y esta creencia ya es prueba del progreso de vuestro alma, que es vuestro verdadero “ser” al que se aplica el término ”inmortal”. Este ser no puede perecer, pero que se encuentra en una constante transformación, y esta obra de transformación es vuestra tarea durante vuestra vida terrenal, si una etapa de desarrollo pase desapercibida.
Al comienzo de la vida terrenal este “Yo” vuestro es aún un ser muerto.... sin conocimiento y sin vida, porque para la verdadera vida primero tiene que ser despertado por una corriente de fuerza que emana de Mí, y porque esta corriente de fuerza solo puede tocarlo cuando el ser mismo lo desea.... Por lo tanto, se les dio a los seres humanos, el intelecto, la capacidad de pensar y el libre albedrío, y las funciones vitales del cuerpo ahora pueden ser impulsadas por el intelecto humano, permitiendo que la voluntad actúe en cierta dirección. La vida se acerca al ser humano de tal manera que se siente impulsado desde dentro a actuar con amor, incluso si su intelecto aún no está fuertemente desarrollado.... Y dependiendo de ceder a este impulso interior, vivifica el alma aún rígida, que ahora también puede dar a la voluntad la dirección correcta, porque incluso el más pequeño acto de amor la irradia con esa fuerza que le da la vida.
Por lo que el amor despierta la vida del alma, orienta correctamente la voluntad y otorga al ser humano la fuerza de cognición, tanto más evidente cuanto más conscientemente vive el ser humano una vida de amor, que le impulsa cada vez más hacia Mí y le garantiza un pensamiento y una voluntad correctos. Por eso, el ser humano que vive en el amor jamás negará la continuidad de la vida después de la muerte, porque su pensamiento no puede extraviarse, porque Mi poder de amor fluye en él con cada obra de amor que realiza.
Toda obra de amor conecta el ser humano Conmigo y le da luminosidad de espíritu; el alma ya no está muerta, vive y sabe que ya no puede perecer jamás.... y también transmite esta certeza a la mente humana, que entonces no puede hacer otra cosa que defender con toda elocuencia la creencia en la vida continua, pero que cree también con convicción porque la vida está en ella, y que, incluso después de su muerte en la Tierra, ha logrado un grado de madurez que le asegura una vida en la eternidad, que significa un estado de actividad incansable para el alma, que la hace inimaginablemente dichosa que consiste en un trabajo constante de amor....
amén