Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/4973

4973 Coacción moral – Dogma

27 de septiembre de 1950: Libro 56

El gran peligro para un hombre es la coacción moral que lo impide en el reconocer y en la autodecisión en la orientación de su voluntad. Cada hombre es un ser individual, el que debe formarse a la perfección; cada hombre es por lo tanto responsable por su modo de vivir, la que es necesaria para la consecución del grado de perfección, y cada hombre tiene que decidirse por eso libremente, él tiene que dar ante Mí testimonio de su voluntad. Ese testimonio exijo Yo y me declaro en no darme de acuerdo con eso de que un hombre decida y determine a sus semejanes en esta o aquella dirección en el pensar, querer y obrar. La libertad de la voluntad tiene que ser inviolable, pero está violada si legítimamente está determinada una dirección de la voluntad y el hombre ahora está determinado por medio de promesas o amenazas a que ande en esa dirección. Tal coacción de voluntad no la reconoceré Yo nunca jamás, aun cuando Yo no proceda manifestandome abiertamente en contra, precisamene para no ejercer por otro lado coacción de voluntad.

El hombre es un individuo pensante, al que Yo le he dado la capacidad de poder querer y pensar libremente, y por cierto sólo con la finalidad de una decisión en la última fase de su desarrollo espiritual en la tierra, y el que depués recibirá su recompensa correspondientemente a la decisión de su voluntad en la eternidad. Está bien y es bueno y querido por Mí, que un hombre ponga a sus semejantes en el conocimiento de la repercusión de una voluntad bien o mal aprovechada, es querido por Mí, si recibe esclarificación de toda clase sobre la relación en la que él se encuentra hacia su Creador, pero sí, con eso esta hecho bastante también, para que esté bien enseñado, que se le lleve la Doctrina divina de amor y que sea exhortado también a la práctica del amor desinteresado al prójimo. Pero todo que suceda sin presión. El hombre debe ser enseñado, pero no obligado a ello, a que admita una Enseñanza que se le proporciona, porque él debe aprovechar su voluntad según su juicio propio y criterio de modo propio.

Yo les dí a los hombres la libre voluntad, pero vosotros le quitáis la misma y utilizáis de ese modo vuestra voluntad invertida, al revés, aún cuando creáis actuar para Mí y por Orden de Mi. Pero jamás he dado Yo a mis apóstoles la orden de que divulguen Mi Doctrina a la fuerza, porque una fe en la coacción jamás es una fe, la que debiera ser saludable para las almas y su despliegue evolutivo. Yo pido sólo siempre de los hombres la fe en Mí como el Ser sumamente perfecto, Yo pido sólo la fe en Mi Omnipotencia, Sabiduría y Amor y en la Fuerza del Amor.

Pues si creéis en esto, vosotros mismos experimentaréis la fuerza del amor en vosotros y todo los demás, lo reconoceréis por sí mismos lo que es menester creer, pues entonces obra en vosotros Mi Espíritu, el que os enseña conforme a la Verdad. Pero una fe obligada no os aporta la perfección, una fe obtenida por la fuerza no la puedo Yo valorar como la libre decisión de voluntad, una fe forzada será raramente viva, porque la voluntad aún no se volvió activa, sino que profesáis una orientación espiritual de forma educativa, sin haberla examinado bien en su valor o futilidad.

Lo que Yo de vosotros exijo que creáis, es que vosotros tan sólo por el amor seréis bienaventurados. Pero esa fe tenéis que adquirírosla también vosotros mismos; bien que podáis recibir la enseñanza sobre ello, pero primero tenéis que practicar el amor, para que estéis seguros de ello, de que el amor es una fuerza espiritual, y esta certidumbre interior es una convicción de la fe, la que es despertadora de vida, porque fue adquirida en la libre voluntad. Toda coacción o presión es una señal de imperfección, porque toda fuerza es una contravención de la libertad, la que era propia en un principio original a los seres espirituales, y la que de nuevo tienen por eso que ganar para que sean bienaventurados. ¿Cómo pueden ser considerados las medias coercitivas y vistas como correspondientes a Mi Voluntad, las que les quita a los hombres la libertad moral si el hombre de ese modo tiene, en cierto modo, que creer de forma obligatoria el deber en algo que por Mi parte exije la plena reflexión libre y admisión?

Yo como el Legislador superior no he dado a los hombres ningún precepto más que el mandamiento de amor el que incluye en sí los diez mandamientos de Moisés, el cual solamene será cumplido, si el del amor es practicado voluntariamente. No he dado ningún precepto más, pues eso va en contra de Mí o se dudaría del arbitrio que Yo he dado al hombre.

Mas los hombrs se atreven a promulgar ordenes, sin tener para ello la autorización. Violan de ese modo la libre voluntad del hombre. Toda ley es coerción y toda coerción va en contra de Mi Voluntad. Tan pronto como el hombre no pueda moverse en la liberdad de su modo de pensar, tan pronto como él tenga que creer en una doctrina, es nula la prueba de su voluntad en la tierra, pues él mismo debiera decidirse, pero no tomar una decisión de la fuerza. Y coerción es cada doctrina dogmática, es totalmente igual si ella corresponde o no a la Verdad.

Todo dogma es una violación de la libre voluntad, la que ya no es libre en el instante de una decisión moral, porque ella se la ha sido prescrita y sólo puede ser omitida cometiendo un pecado. Por Mí tiene cada hombre el derecho de una decisión libre, Yo sólo pido la reflexión sobre eso, que de él se pide que crea. Si a pesar de la reflexión sobre ello no puede admitirlo convencido, entonces Yo no se lo tengo en cuenta como pecado; pero sí peca él, si se confiesa a una doctrina con la boca, sin haber preguntado a su corazón. Porque cada hombre es responsable de sí mismo, y es una osadía, si un hombre quiere determinar el pensamiento y la religión de miles y miles a través de un precepto como ha de ser considerada siempre una doctrina dogmática.

Todo lo que ataca el arbitrio del hombre, no puede encontrar jamás Mi Consentimiento, pues Yo Mismo ni si quiera determino a los hombres a la admisión de la Verdad, si su propia voluntad no la desea. Yo enseño si a los hombres permanentemente y los introduzco en la pura Verdad, sin embargo, cada uno está libre de aceptarla o rechazarla y así también debéis enseñar sólo a vuestros semejantes en todo amor, pero dejándoles toda libertad en una decisión, porque una religión en coerción no es por Mí valorada.

Amén

Traducido por Pilar Coors