Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/4458

4458 Trivialidad espiritual

11 de octubre de 1948: Libro 52

Indiciblemente muchos hombres están en peligro de que se pierdan en trivialidades en el aspecto espiritual, porque se han apropiado de un parecer que es erróneo y hace que les parezca inncesaria una reflexión seria sobre lo más importante. Lo que Dios exige de los hombres, es, sencillamente, el trabajo en sus almas, y el cumplimiento de las obligaciones para la vida terrenal, en la que ha sido puesto el hombre. Mas lo más importante es el trabajo en el alma y sólo puede ser hecho del interior, es decir, tiene que ser una actitud que corresponde a la Voluntad de Dios, determinante en todo pensar, querer y obrar, el hombre tiene que estar impulsado de dentro en llevar una conducta que encuentre el agrado de Dios.

Y esa conducta es exclusivamente una vida de amor desinteresado, una vida activa de amor hacia los hombres. Entonces su alma madurará, entonces presta trabajo a su alma, que es el objetivo y la meta de su vida en la tierra. Pero cuantisimos hombres son del parecer erróneo, que una conducta agradable a Dios, es la orientación a una religión determinada reconocible por fuera. Cuantos hombres son del erróneo parecer que Dios les ha hecho prescriciones de ciertas formalidades, y ellos se esfuerzan en cumplirlas escrupulosamente, sin fomentar, no obstante, la madurez de su alma por medio de ellas.

Pues, aunque no viven adversos a Dios, pero tampoco avanzan hacia delante; no pecan, pero tampoco recaudan ningún bien espiritual, no son insubordinados a Dios, pero tampoco unidos a Dios; no hacen nada malo, pero tampoco nada bueno en particular; no son frios, pero tampoco calientes y permanecen por eso siempre parados en el mismo nivel, no suben hacia arriba, sino su camino es llano y por eso no lleva a la meta, la cual requiere un ascenso, de lo contrario jamás se alcanza.

No son pocos los hombres sólo, los que se encuentran en este peligro, sino que una gran cifra pertenece a ellos, a los que por eso no es posible enseñar, porque están firmemente convencidos de que caminan por el buen camino y de tener el verdadero conocimiento. Mas a estos hombres les falta una cosa: La conciencia de la propia debilidad personal y la necesidad de apoyo, que de ahí resulta, en el Uno, a quien pertenecen. Esa conciencia los dejaría que suplicaran ayuda y consejo, que Dios no se las negaría, pero la que consiste también, en que sean dirigidos en el justo saber.

Los hombres que no conocen bien la Voluntad divina, tienen, en primer lugar, que estar bien instruídos y por eso reconocer su ignorancia y tratar de eliminarla. Eso es una confesión profundamente humilde de su imperfección, la que, sin embargo, raramente es hecha. En lugar de humildad, es mucho más una autopresuntuosidad la que se encuentra, y ésta no acepta ninguna instrucción, sino que está convencida de la Verdad y de la infalibilidad de sus propios pensamientos. Por lo que la Verdad no encuentra acceso, porque el hombre se cree erroneamente, que ya está en la Verdad, la que sin embargo tendría que serle sometida a consideración.

Y así innumerables hombres no fijan la atención en la transformación de su ser, como debiera ser, sino que se contentan con observar reglamentos que a ellos les parecen como lo más importante, porque no fueron bien instruídos por aquellos que se llaman Mis rapresentantes en la tierra.

Pero importante es tan sólo, cómo el hombre vive su vida individual diariamente con respecto a la vida espiritual del alma, cómo es por tanto su comportamiento en el aspecto espiritual, si él es conforme a la Voluntad de Dios, es decir un cumplimiento que representa sus Preceptos de Amor. El Precepto del Amor se extiende predominantemente en el trato con los semejantes, a los que se les debe dirigir la misma medida en amor, si quiere observar el hombre los preceptos divinos. Ejecuciones que nada tienen que ver con el amor al projimo, que por consiguiente en caso de omisión no significa ningún daño para el prójimo, son por lo tanto también insignificantes por completo para el aumento de la madurez del alma, pertenecen entonces en la clasificación de ejecuciones mundanas, las que por eso pertenecen a alguna finalidad mundana y que no pueden ser avalorados un grado de la madurez del alma, por ser un servicio puramente mundanal.

Los preceptos que fueron añadidos al precepto fundamental del amor a Dios y al prójimo, son apropiados a que hagan aparecer menos importante este Precepto fundalmental divino y por eso un peligro para el alma humana, de tal modo, que no se puede predicar encarecidamente bastante, precisamente el mandamiento del amor, de cuyo cumplimento depende la salvación del alma y por tanto la vida entera en la eternidad. Y a los hombres se les tiene que señalar e indicar cada vez de nuevo que utilizan su voluntad al revés, si ellos la emplean para la ejecución de preceptos promulgados por hombres, y creen además con ello, de haber observado su deber mientras que en la transformación de su ser ningún trabajo llevaron a cabo y por tanto se han parado en el nivel de su evolución espiritual, es decir que durante su vida terrenal no han obtenido ningún avance. Sólo se pide la actuación en el amor, pues por medio de ella se cumple el precepto del amor, el cual Dios ha dado a los hombres como único precepto, para que el hombre sea bienaventurado.

Amén

Traducido por Hans-Dieter Heise