Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/3175

3175 Responsabilidad de los que enseñan.... Verdad....

30 de junio de 1944: Libro 41

Quien se ofrece a impartir conocimiento espiritual a sus semejantes asuma una enorme responsabilidad, porque entonces no es responsable de su vida terrenal, sino la del alma, que es imperecedera y que prospera cuando se le imparte el conocimiento adecuado puede lograr la vida eterna a través de su voluntad, pero también puede caer en la muerte espiritual si se imparte el error. Y es por eso que la persona que quiere enseñar debe primero estar en la verdad para poder difundirla.... él mismo debe saber del gran peligro que significa para el alma la difusión de herejías. Y debe conocer y cumplir todos los requisitos previos que le garantizan la verdad pura....

Dios Mismo le imparte este conocimiento si se lo toma en serio. Le enseña de la manera más comprensible, en cuanto es su voluntad llevar la verdad a sus semejantes para la salvación de sus almas. Pero también debe ser consciente de la tarea responsable que ha asumido, de modo que se esfuerce constantemente sólo por la verdad pura para poder recibirla. Por lo tanto, la persona debe desempeñar su oficio con plena conciencia, debe dejar llevarse por la verdad de tal manera que le impulse a transmitirla a sus semejantes, no debe volverse tibio y perezoso porque esto debilita su deseo por la verdad y por lo tanto representa un peligro. La persona que quiere enseñar tiene en sus manos, por así decirlo, el destino mental de quienes reciben el conocimiento de él, y esto debe tenerlo presente durante su actividad docente.

Por eso la convicción debe primero arraigar en su corazón; él mismo debe penetrar tan profundamente en la verdad que pueda representarla plenamente ante sus semejantes. Y es este estado el que le permite trabajar para Dios, y este es el resultado de una voluntad completamente dirigida hacia Dios. A través de su devoción incondicional a Dios, ahora cambiará de tal manera que podrá convertirse en portador de la luz, la verdad pura de Dios. La voluntad debe venir de la persona misma, entonces Dios le da la fuerza de poner su voluntad en acción.

Así la persona que se preocupa por la salvación del alma de sus semejantes también será capaz para ayudarlos; será capaz para transmitirles el bien espiritual que él mismo ha recibido. La actividad docente no debe ser vista como una profesión en el sentido terrenal, sino que, con total desinterés, se debe ofrecer al prójimo lo que Dios mismo previamente ofreció al que quiere enseñar: sólo amor a Dios y al prójimo, a la persona no redimida, se le debe ofrecer el impulso de ser activo en la enseñanza, y esto sólo será así sí él mismo sabe de la tarea del hombre en la tierra, es decir, si ha sido honrado por su estilo de vida agradable a Dios y una voluntad completamente subordinada a Dios, de recibir la verdad de Dios.

Entonces toma en serio su puesto de profesor y sólo se esfuerza por ampliar sus conocimientos para transmitirlos sin cambios a sus semejantes. Entonces también será consciente de su responsabilidad y se esforzará fervientemente por la verdad por sí mismo, y entonces también podrá impartir con seguridad los bienes espirituales que él ha recibido a quienes los deseen, podrá enseñar el amor a quienes aún son ignorantes y, a través de esto guiarles al camino correcto que conduce a Dios, a la vida eterna. Y es por eso que sólo puede ser considerado maestro la persona que no conoce otro objetivo que servir a Dios y que se Lo hace saber a través de su constante voluntad de recibir bienes espirituales, quien por lo tanto siempre y constantemente mantiene la conexión con Dios, y ahora será introducido por Él al conocimiento correcto, a la verdad de Dios....

amén

Traducido por Hans-Dieter Heise