Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2916

2916 Cumplimientos de los mandamientos divinos... Tentaciones del mundo...

9 de octubre de 1943: Libro 37

Es mucho más fácil someterse a los deseos del mundo que cumplir los mandamientos divinos, porque lo que el mundo exige de los hombres es también el deseo de los hombres mismos, es decir, apela al cuerpo humano y ahora este también se esfuerza por ello. Los mandamientos divinos, sin embargo, exigen la renuncia a lo que el cuerpo desea a favor del prójimo que ahora está en necesidad. Entonces el deseo del cuerpo tiene que ser dejado de lado, tiene que renunciar por el bien del alma, entonces el ser humano vive su vida en la tierra de acuerdo con la voluntad divina, lo que le otorga el éxito espiritual.

Cumplir los mandamientos divinos es, por tanto, superarse a sí mismo, superar todos los deseos del cuerpo y un sacrificio constante de lo que es querido y valioso para uno mismo... No es fácil, es decir, requiere una constante impartición de fuerza, porque el ser humano tiene que resistir las tentaciones para probar su libre albedrio, porque los deseos del cuerpo siguen amenazando con volverlo voluble y constantemente necesita fuerza para resistirlo. Pero el progreso espiritual no se puede lograr sin lucha interior, y sin tentación no hay mérito en mantenerse firme.

Y así el mundo siempre querrá empujarse hacia delante, pero los mandamientos divinos siempre exigirán una voluntad de hacer sacrificios, mientras que el mundo trata de buscar que el disfrute de las alegrías terrenales sea parte de la vida humana, y se requiere una fuerte voluntad, una fe profunda y un esfuerzo consciente hacia Dios para entregar el mundo y encontrar su completa satisfacción en el cumplimiento de los mandamientos divinos. La fuerza de Dios tiene que capacitar al hombre para hacer esto último, tiene que penetrarlo y dejarle sentir el amor de Dios, entonces su obra de amor también se aumentará, la hará feliz al hombre mismo, ya no lo sentirá como un sacrificio, sino el amor al prójimo desinteresado le hará feliz y ya no extrañará al mundo sino que lo entregará voluntariamente por lo que cambiará por ello... por el amor de Dios, que ahora fluye hacia el en forma de fuerza que es muchas veces más valiosa que todas las alegrías terrenales.

Entonces el cuerpo tampoco añorará más al mundo, sino que tomará parte en el trabajo del alma y encontrará su satisfacción en ello, porque un alma amorosa ha vencido su cuerpo, es dominada por el espíritu dentro de sí misma, y el cuerpo también se somete a sus deseos, se espiritualiza como el alma en cuanto el amor de Dios puede hacerse efectivo en ella por el amor desinteresado al prójimo...

amén

Traducido por Hans-Dieter Heise