Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2849

2849 Característica de la verdad... Sentido de la letra... Prueba y capacidad...

13 de agosto de 1943: Libro 37

La verdad es lo que es bueno, y la persona que ama sabrá distinguir exactamente entre lo que es bueno y lo que es malo, mientras que el hombre sin amor que aún permanece en el amor propio considera bueno lo que es útil para para él, lo que le da una ventaja. No hace distinción entre el bien y el mal y, por lo tanto, tampoco distingue entre la verdad y el error. No reconoce lo divino y por lo tanto tampoco la verdad, porque no se esfuerza por ninguna de las dos por su falta de amor. Dondequiera que se exprese el amor, el amor a Dios y al prójimo, allí también debe estar representada la verdad. Y esa es la característica de la verdad, que respira amor e irradia amor, que enseñe el amor y lleva a Dios, porque todo lo que es bueno y noble debe unificar a los hombres con Dios.

En consecuencia, la verdad nunca será reconocida por el sentido de la letra, sino por su efecto... Si educa al amor, entonces también puede venir de Dios, pero si un conocimiento fortalece al amor propio, entonces es obra del adversario de Dios, que trata de apartar a la gente de Dios y nunca puede dar la verdad. Y debes aplicar el estándar a esto si queréis probar... si no sois capaces de reconocer por vosotros mismos lo que se os ofrece. Si vosotros mismos sois capaces de amar y activos en el amor, entonces vuestro corazón también os instruirá si no os oponéis a esta voz del corazón a través del conocimiento previamente asimilado intelectualmente.

La verdad no llega al hombre como en una escuela, sino que el espíritu en él se la dicta, el espíritu que hay en vosotros os ilumina para que seáis capaces de reconocer la pura verdad, dónde y cómo también os es ofrecida. Pero la capacidad de amar y la voluntad de amor del corazón es la primera condición para que el espíritu se haga efectivo en vosotros. Pero entonces reconocéis brillante y claramente que todo lo bueno y que apunta a Dios debe ser la verdad, cuyo punto de partida es Dios Mismo. Y ya no dudáis porque la verdad os hace felices en cuanto habéis penetrado en esta a través de la ayuda del Espíritu divino, que guía vuestro pensamiento hacia el reconocimiento correcto. Por eso dejad que el espíritu obre en vosotros, no os anticipéis a su obra tratando de examinar intelectualmente lo que sólo el corazón puede realizar.

Prestad atención a vuestros sentimientos, entregados al efecto de lo que se os ofrece como verdad sin resistencia. Y afirmaréis el bien y rechazaréis el mal, es decir, podéis separar la verdad del error. Pero no consultéis vuestro conocimiento de libro. Si esto no os ha sido ofrecido por hombres espiritualmente iluminados, de hombres que igualmente fueron capaces y dispuestos a amar, de lo contario solo os ofrecieron material escrito que carece de vida interior. Pero la vida solo es despertada por el amor. Y así solo el hombre que ama es capaz de captar el sentido correcto de las letras. Y este siempre estará de acuerdo con verdad eterna, que Dios manda a la tierra, si la pura verdad ya no está representada en ella.

El amor y la bondad de Dios saben verdaderamente cómo proteger Su verdad y presentársela no desfigurada a la persona que desea la verdad, pero si el deseo de una persona no se dirige exclusivamente hacia la verdad, entonces su capacidad de examinarla también disminuirá; entonces difícilmente puede distinguir la verdad del error. Y el adversario de Dios se sirve de cualquier debilidad de voluntad, de toda falta de deseo de la verdad, para fortalecer el error en el hombre, para hundirla en la duda y socavar la verdad, porque el esfuerzo del adversario es suprimir la verdad que lleva a Dios... Y vosotros, los humanos, sólo podéis evadir de esta violencia si le pedís sinceramente a Dios que os ilumine espiritualmente, si os acercáis a Él como niños débiles e ignorantes que piden por fuerza y gracia y por el reconocimiento de la pura verdad... y Dios no deja esta oración sin respuesta, os fortalece y os capacitará de distinguir la verdad del error...

amén

Traducido por Hans-Dieter Heise