Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/2308

2308 Instrucción de Dios o de la gente... Arrogancia espiritual...

21 de abril de 1942: Libro 32

Es una cierta arrogancia espiritual cuando una persona que no ha sido enseñada por Dios cree que sabe. El conocimiento que ha recibido de la gente es principalmente el resultado del pensamiento intelectual usando enseñanzas establecidas, y este conocimiento puede corresponder a la verdad, si esas enseñanzas tiene como origen la obra del Espíritu en el hombre. Tales enseñanzas serán siempre aceptadas como verdad por aquellas personas que, a través de su forma de vida, que se llevan a sí mismas a un estado que también permite que el Espíritu obre en ellas...

Pero tan pronto como este último se vuelve imposible por el incumplimiento de las condiciones que son prerrequisitos para la obra del espíritu en el ser humano, la pura verdad se entremezcla con el error, porque entonces el ser humano da acceso a sí mismo a esas fuerzas que luchan contra la verdad. Pero entonces el ser humano también creerá estando en la verdad y se levantará con convicción para lo que ahora ya no es pura verdad, sino error debido a la obra del adversario de Dios. Si esta persona misma estuviera iluminada por el Espíritu de Dios, tendría que reconocer dónde comienza la obra del adversario, y por lo tanto tendría que rechazar absolutamente lo que no es obra del espíritu divino. Pero solo con el pensamiento intelectual no podrá reemplazar la obra del Espíritu, que sin embargo cree, y esto es orgullo espiritual, es esta arrogancia espiritual la que de nuevo impide la penetración de la verdad. Sin embargo, el ser humano suele anteponer el pensamiento intelectual a la obra del Espíritu, por lo que nunca se dejará convencer de que sólo éste es la garantía de la pura verdad, y valorará más el conocimiento de aquellos que se ha apoderado del bien espiritual y buscan sondearlo intelectualmente ellos mismos. El pensamiento intelectual nunca debe compararse con la obra del Espíritu, porque siempre es un trabajo humano en comparación con la Obra divina, que comprensiblemente debe evaluarse de manera muy diferente.

Pero mientras el hombre no reconozca la obra del Espíritu, no se le puede dar una explicación completa sobre las cuestiones que se refieren a la eternidad. Porque el hombre nunca puede responder a eso, sino el Espíritu de Dios, que se anuncia al hombre y le explica cosas que se escapan por completo al conocimiento humano y al entendimiento humano. Sin embargo, el Espíritu de Dios nunca yerra y nunca puede ser explicado por la obra de las fuerzas malas, razón por la cual el conocimiento obtenido a través de la obra de Espíritu supera indiscutiblemente al conocimiento intelectual y es la única garantía de la verdad pura...

amén

Traducido por Hans-Dieter Heise