Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/0443

0443 Pasiones

31 de mayo de 1938: Libro 10

Las pasiones del hombre producen frecuentemente tanta ofuscación en el alma, que a la misma le cuesta muchos días recuperarse de las consecuencias de dichas influencias, y luego tiene que buscar nuevas fuerzas. No olvidéis, criaturas de la Tierra, que vosotros mismos podéis contribuir mucho al equilibrio de vuestros sentimientos si tenéis siempre presente el estado del alma, qué es lo que le produce pena y sufrimientos. Porque cuando el hombre se excita, inmediatamente se apoderan del alma poderes malignos que procuran incitarla a toda clase de odio e irritación, para así alejarla lo más posible del buen camino al que ha llegado.

Eso tiene un solo remedio: únicamente se puede atenuar la fuerza de esos poderes pidiendo ayuda mediante la oración. Cada minuto de vuestra vida debe ser aprovechado para alejaros continuamente de esos poderes malignos, practicando la afabilidad, la humildad y la paciencia.

Después de haberse excitado, a la criatura le cuesta volver al estado original, aunque con un poco de buena voluntad no le resultará tan difícil. Pero el alma conserva más tiempo el retroceso sufrido. Por esto procurad deshaceros por encima de todo de toda clase de arrebatos. Intentad rechazar las tentaciones con toda afabilidad, para que salgáis indemnes. Porque frecuentemente los motivos más insignificantes producen grandes aberraciones en el alma.

A todo poder mundano le está concedido poder actuar según su propio libre albedrío. Si sus actos no son buenos ni sabios, llegará el día en que tendrán que exigírseles responsabilidades. Vosotros, que sois súbditos suyos, cumplid las leyes del mundo y tendréis la bendición del Señor si le pedís la fuerza necesaria para ello. La ley mundana debe seguir sirviendo como norma mientras no falte, en general, a los mandamientos de Dios o al Orden divino. Porque entonces intervendrá el Señor mismo como juez. Pero a quienes andan errados, a ellos los alentará.

Amén.

Traducido por Meinhard Füssel