6920 Destino de las Almas en el Más Allá....

16 de septiembre de 1957: Libro 74

Todavía llevas el traje terrenal, tu alma sigue encerrada en una funda que impide su vuelo libre de obstáculos hacia el reino espiritual; todavía estás atado a esta tierra. Pero llegará la hora en que el alma saldrá de su envoltura carnal, cuando la tierra ya no pueda retenerla y se elevará hacia arriba, cuando haya adquirido tanta fuerza como para elevarse del reino terrenal a un mundo donde ya no hay obstáculos para ella, donde puede cruzar rápidamente tiempo y espacio y disfrutar de dicha en alturas luminosas. Sin embargo, para este vuelo de altura se necesita fuerza.... una fuerza que ya no debe confundirse con la fuerza vital, sino que llena el alma cuando ésta ha entrado en íntima unión con la fuente eterna de fuerza, con su Dios y Padre.... cuando ha regresado a la casa de su Padre, donde ya no hay penurias ni sufrimientos, donde sólo hay dicha y vida eterna. Pero la hora de la muerte tampoco puede significar un gran cambio para el alma.... En efecto, ésta puede dejar el cuerpo terrenal y, sin embargo, no ser libre, estar sin fuerza, y sin poderse elevar de las esferas terrenales porque su mundo de pensamiento era sólo materia, porque se dejó dominar completamente por ella en la tierra y nunca permitió la entrada de la Fuerza Divina del amor. Entonces, ciertamente también habitará en esferas espirituales, es decir, estará fuera de este mundo terrenal, pero ahora carecerá de vitalidad y estará condenada a la inactividad. Y este es un estado de agonía para el alma, un estado de impotencia y falta de luz, estado en que sin embargo es consciente de sí misma. La muerte es el final de una etapa de desarrollo, y en ambos casos el alma cambia de lugar de residencia.... pero ¿qué tan diferente puede ser la esfera que el alma habita ahora....? Y el ser humano, estando aún en la tierra, crea el destino que tendrá su propia alma después de la muerte. Y por eso debe aprovechar cada día como un don de gracia inestimable, debe ser tacaño con cada hora y aprovecharla para la salvación de su alma.... no debe contentarse con las alegrías y los placeres terrenales, pues las bienaventuranzas del Reino espiritual las superan mil veces. El ser humano debe tener siempre presente que está en sus manos adquirir para sí una sobreabundante dicha, pero que entonces también debe estar preparado para renunciar durante el corto tiempo de la vida terrenal a lo que, aunque crea bienestar para el cuerpo, no es beneficioso para el alma. Porque el alma está encerrada en una cubierta de la que debe liberarse en la vida terrenal. La escoria que aún se aferra a un alma impide que el rayo de Luz de amor de Dios entre en ella,... y tiene que ser disuelta primero para que entonces la luz del amor pueda impregnar completamente el alma y esto también significa que el alma puede ascender, libre de balasto, después de su muerte y entrar en los reinos de los bienaventurados. Y la disolución de esta cubierta la traen consigo: oración íntima a Dios, obras de amor y también sufrimientos (\*) corporales de diversa índole..... El amor y el sufrimiento son los medios más eficaces de purificación, el amor y el sufrimiento también hacen que las personas se vuelvan hacia adentro, el amor y el sufrimiento crean un distanciamiento del mundo con sus alegrías.... El camino del amor y del sufrimiento es el que recorrió Jesús. Llamó a que le sigan, y prometió la vida a los que le siguieran. Porque Su camino conduce con seguridad a la meta. Él saca del reino de las tinieblas al reino de la luz, y ayuda a todo aquel que Le ama y quiere seguirle, incluso ayuda a llevar la pequeña cruz cuando ésta parece demasiado pesada para el ser humano y éste se dirige a Él, el divino Portador de la Cruz, por ayuda..... Pero cuando la cáscara física es desechada, entonces el alma se regocija cuando entra por la puerta de la eternidad. Entonces ha cumplido su propósito de vida en la tierra, ha vuelto a su verdadero hogar, donde hay vida eterna y dicha eterna....

(\*) Nota del traductor: aquellos que se llevan en humildad y entrega a Dios.

Amén

Traducido por: J. Gründinger

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