Origen: https://www.bertha-dudde.org/es/proclamation/0689

0689 La Encarnación

28 de noviembre de 1938: Libro 15

Aquel que llevó la corona de espinas, cargó con los pecados de los hombres y, aun así, siguió siendo el cordero más puro e inocente de Dios. En aquellos tiempos todas las almas estaban en las tinieblas, pero con el Salvador descendió la Luz a la Tierra. La oscuridad fue vencida por el suplicio de Jesús en la cruz. El Amor del Salvador borró su carga de deudas a todo aquel que abrió su corazón para recibir la Luz. El poder del mal fue quebrado, y Él consiguió para los hombres el derecho de volver a la Patria eterna, con tal que adoptasen la fe en Jesucristo como Hijo de Dios. Durante tiempos inconmensurables las puertas de la Casa Paternal habían permanecido cerradas porque el pecado separaba al alma de la eterna Divinidad. Pero el Señor estableció un puente entre la Tierra y el mundo espiritual, y el abismo, hasta entonces infranqueable, pudo ser franqueado mediante la fe. La eterna Divinidad se inclinó paternalmente hacia sus criaturas y, desde entonces, aquel que tuviera la voluntad para ello, pudo encontrar el camino hacia el Padre, camino que Él preparó mediante su Encarnación.

Amén.

Traducido por Meinhard Füssel